Una puerta al río (fragmento)Barry Gifford
Una puerta al río (fragmento)

"El último recuerdo que guardo de mi padre es de cuando fuimos a Wrigley Field a ver un partido de los Bears de Chicago, aproximadamente un mes antes de que él muriese. Fue en noviembre de 1958, un día muy frío incluso para ese mes y a orillas del lago Michigan. He olvidado contra quién jugaban los Bears aquella tarde; recuerdo sobre todo el cielo encapotado, el frío que hacía y el aliento de los jugadores, convertidos en dragones, saliendo de sus cascos en espirales de humo.
Mi padre estaba de buen humor a pesar de que la colostomía que le habían practicado el verano anterior había mermado considerablemente sus actividades físicas. Igual que siempre, comió con apetito durante el partido: dos o tres perritos calientes, café, cerveza y varios tragos de Bushmill’s de un frasco que llevaba en un bolsillo del abrigo. Estrechó la mano a varias personas camino de nuestras localidades, así como al salir del estadio, y habló brevemente con cada una de ellas entre risas y palmadas en la espalda o el brazo.
Sin embargo, cuando volvíamos a casa, tuvo que parar el coche y salir a vomitar en el arcén. Cuando hubo terminado tardó unos minutos en reponerse, apoyado en la puerta, hasta que se sintió lo bastante bien para sentarse otra vez al volante. «No te preocupes, hijo —me aseguró—. Sólo es un poco de dolor de estómago».
En verano, después de que mi padre saliera del hospital, habíamos ido a Florida a pasar unas semanas en una casa de Key Biscayne. Me divertí bastante nadando en la piscina que había en el patio y viendo pasar las barcas por el angosto canal que había más allá de la cerca de la parte trasera. Me gustaba saludar a los patrones y que ellos me saludaran mientras conducían sus relucientes lanchas blancas por la caleta. Una tarde, sin embargo, entré en la habitación de mi padre para preguntarle algo y le vi en el baño sosteniendo la bolsa de goma junto al agujero que tenía en un costado y a través del cual se veía obligado a evacuar. Torció el gesto mientras procedía a las necesarias maniobras y me dijo que le esperara fuera. Luego, cerró la puerta del baño y yo volví a la piscina.
Me senté en una silla de playa mirando en dirección al Atlántico por el canal interior. No me gustaba ver a mi padre así, pero sabía que no podía hacer nada por él. Traté de recordarlo como era antes de la operación, antes de que tuviera aquel boquete rojo en el abdomen, pero no pude. Sólo veía su imagen en el cuarto de baño, con la cara transida de dolor. "



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