Memorias de un sargento de milicias (fragmento) "Desde el día en que Leonardo había hecho su declaración de amor, un notable cambio comenzó a operarse en Luisita, a cada momento se volvía más sensible la diferencia de su físico como de su moral. Sus contornos comenzaban a redondearse; sus brazos, hasta ese momento finos y siempre caídos, se hacían más llenos y más ágiles; sus mejillas delgadas y pálidas, se llenaban y tomaban ese color que suele tener el rostro de la mujer en cierta época de la vida; la cabeza, que habitualmente llevaba baja, ahora se erguía graciosamente; los ojos, hasta ahora mortecinos, comenzaban a despedir destellos brillantes; hablaba, se movía, se agitaba. El orden de sus ideas también se alteraba; su mundo interior, hasta entonces limitado, estrecho, oscuro, despoblado, empezaba a ampliar sus horizontes, a iluminarse, a poblarse de millones de imágenes, ora amenas, ora melancólicas, pero siempre bellas. Hasta entonces indiferente en torno a lo que pasaba en torno suyo, ahora parecía participar de la vida, de todo lo que la rodeaba; pasaba horas enteras contemplando el cielo, como si recién ahora hubiese descubierto que era azul y bello, que el sol lo iluminaba de día, que se recamaba de estrellas a la noche. Todo esto daba como resultado, en lo que atañe a nuestro amigo Leonardo, un considerable aumento del amor; además fue el primero en darse cuenta de aquellos cambios en Luisita. Sin embargo, a pesar de crecer su amor, no por eso le nacían más esperanzas. " epdlp.com |