Annalena Bilsini (fragmento)Grazia Deledda
Annalena Bilsini (fragmento)

"Le entraron ganas de reír, porque le pareció que era Baldo, con su voz de predicador, quien hablaba así. Luego, mientras la luna reaparecía entre las crestas negras de las nubes, en un trozo de cielo semejante a un lago alpino, también ella se desasió de nuevo de su encanto maléfico.
Había llegado cerca del seto que bordeaba la carretera. En la acequia cantaban las ranas, y su canto era como un concierto, con su primero y segundo violín, el oboe y el contrabajo; sólo que los instrumentos estaban desafinados y oxidados, y sus voces eran estridentes. Sin embargo, la del primer violín expresaba una pasión juvenil, una invocación tan desesperada al amor, que hasta el agua de la acequia parecía agitada por ella: era el reflejo de la luna que, goteando entre hoja y hoja, llenaba de trémulas esmeraldas el refugio de las ranas. Todo es bello cuando se trata de amor.
Y la mujer prosiguió su camino, con un gran suspiro ahogado dentro. Nunca como en aquella noche se había sentido sola y combatiendo contra las fuerzas adversas de su sexo; y nunca le había parecido todo tan vano, incluso su propio trabajo y la edificación de su familia, porque la vida que todavía le quedaba tenía que morir con ella.
Y si andaba así, en el vacío, bajo el cambiante resplandor de la noche turbada, sentía que lo hacía para castigar su inútil fuerza vital o para darle, por lo menos, una salida en el sueño.
Y he aquí que, precisamente como en los sueños de aquellas últimas noches, cuando la carne doliente y el instinto sepultado avasallaban el espíritu adormecido, Annalena se sobresaltó de alegría y de angustia al percibir, a través del seto, un olor de tabaco especial, que ella conocía bien: su olor. Volvió a detenerse, como envuelta por una nube de humo denso y agrio que le cerraba los ojos y le penetraba en la garganta, y tosió para librarse de ella.
En el fondo era una tos voluntaria, un anhelo del instinto cogido a lazo. El hombre, en la carretera, la oyó, y su voz respondió en seguida, como el eco a la llamada. "



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