El alma de Eric Hermansson (fragmento)Willa Cather
El alma de Eric Hermansson (fragmento)

"Fue durante un año de depresión financiera cuando Wyllis Elliot vino a Nebraska a comprar tierra barata y a volver a visitar la zona donde había pasado un año en su juventud. Cuando se graduó en Harvard, era costumbre entre los caballeros adinerados enviar a sus pícaros hijos a apañárselas en los ranchos de las tierras inexploradas de Nebraska o Dakota o condenarlos a una muerte en vida entre las artemisas de Black Hills. Estos jóvenes no siempre regresaban a la vida civilizada. Pero Wyllis Elliot no se había casado con una mestiza, ni le habían disparado en una pelea de vaqueros, ni lo había arruinado el mal whisky, ni se había aprovechado de él una aventurera mancillada. De todas esas cosas lo había salvado una chica, su hermana, que había permanecido a su lado desde los días en que leían cuentos de hadas juntos y soñaban con cosas que nunca se harían realidad. En esa ocasión, en la primera visita al rancho de su padre desde que lo dejara seis años antes, se la llevó con él. La muchacha había permanecido en la cama la mitad del invierno por un esguince que se hizo mientras patinaba y había disfrutado de demasiado tiempo para reflexionar durante esos meses. Estaba inquieta y deseaba con todas sus fuerzas ver el paraje salvaje del que su hermano tanto le había hablado. Se casaría al invierno siguiente y Wyllis la entendió cuando le suplicó que la llevara con él en ese viaje sin destino a través del continente, para saborear juntos por última vez la libertad. A todas las mujeres de su clase les llega ese momento… El deseo de disfrutar de lo desconocido, que las atrae y aterroriza, de dejar que su alma sea libre como el viento, al menos una vez en la vida.
Había sido un viaje memorable. Wyllis comprendía lo que necesitaban las gotas de sangre gitana de su hermana y supo dónde llevarla. Durmieron en casas de tepe en el río Chato, conocieron al personal de una compañía de ópera de tercera en el tren hacia Deadwood, cenaron en un campamento de constructores de ferrocarril en el fin del mundo más allá de New Castle, atravesaron Black Hills a caballo, pescaron truchas en Dome Lake, vieron un baile en Cripple Creek, donde las almas perdidas que se esconden en la colinas se reúnen para sus juergas de enamorados. Y, finalmente, antes de volver a su esclavitud, estaba esa pequeña choza, situada en la ventosa cima de la Divisoria, un pequeño punto negro contra los ocasos ardientes, un perfumado mar de maíz bañado por el aire opalescente y la cegadora luz del sol.
Margaret Elliot era una de esas mujeres de las que abundan hoy en día, cuando el viejo orden, en su muerte, da lugar al nuevo. Hermosa, con talento, crítica, insatisfecha, cansada del mundo a los veinticuatro años. Por el momento, la vida y la gente de la Divisoria le interesaban. Llevaba allí apenas una semana y, quizás, si se hubiese quedado más tiempo, aquel inexorable hastío que viaja más rápido que la Vestibule Limited la habría pillado desprevenida. La semana que pasó allí fue la misma en la que Eric Hermannson estuvo ayudando con la trilla de Jerry Lockhart; una semana antes o una después y no habría historia que contar. "



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