El tizón de la Virgen (fragmento)Leo Perutz
El tizón de la Virgen (fragmento)

"Ese día, al oscurecer, yo estaba junto la ventana de mi sala de espera y miraba hacia la calle del pueblo. Nevaba. Los copos caían lenta y blandamente. Los objetos comunes perdían sus contornos y asumían proporciones extrañas y fantásticas. Una bandada de cuervos se levantó graznando de un montón de cenizas. Un trineo de caza se deslizaba por la calle del pueblo. Federico lo guiaba. Sólo lo reconocí cuando se incorporó a medias en su asiento y volvió el rostro saludándome al pasar frente a mi ventana.
Cuando pasó, no fue su rostro juvenil lo que quedó en mi memoria, sino aquel relieve gótico del negocio de curiosidades en Osnabrück. No sé cómo fue. Pero de pronto supe lo que mi memoria buscaba desde hacía tanto tiempo. La causa de que me fuera tan familiar el relieve de mármol con su extraña sonrisa descarnada. El reconocimiento me cayó como un rayo. La cabeza era el fragmento de una mala reproducción del poderoso bajo-relieve que hay en la catedral de Palermo, que presenta al último emperador de la línea Hohenstaufen como triunfante en la gloria de César.
En un instante, el tejido de mentiras urdido tan hábilmente por el maestro fue eliminado de manera tan fácil y rápida como caía la nieve de los tejados. Respiré otra vez libre de mi pesadilla. Todo lo que dijera acerca de Bibiche, del barón y el origen de Federico eran mentiras, nada más que mentiras. La cara infantil de Federico llevaba los rasgos nobles y aterrorizantes de su gran antecesor, Federico II, que había sido la Maravilla del Mundo y su Gran Mayo.
El sol se ocultó detrás de densas nubes, rodeándolas de una gran aureola de color violáceo, amarillo sombrío y verde cobrizo. Parecía como si las nubes estuviesen siendo devoradas por las llamas. No había visto jamás unos colores tales en el cielo. Me dominó un pensamiento extraño. Se diría que esta hoguera de luces, este súbito incendio, esa mancha en el cielo vespertino fuera un juego de Bibiche, un juego denominado el tizón de la Virgen. Y que no venían del sol poniente, sino de ella, del cuartito suavemente iluminado en el que me había besado. "



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