Momentum Catastrophicum (fragmento)Pío Baroja
Momentum Catastrophicum (fragmento)

"El desdén del bilbaíno no se dirige al pueblo que se duerme, es el desdén por el hombre pobre de Castilla, de Asturias o de León, que va a Bilbao a buscar trabajo. De ahí ese mote despreciativo de maqueto. El maqueto es un García o un López, pero un García o un López pobre y desastrado, porque si este García o este López es rico y tiene un título, entonces ya no es un maqueto y el naviero rico o el comerciante bilbaíno le dará su hija para que sea la señora marquesa o la señora condesa y brille en Madrid. Este desdén se parece al que siente el americano por el italiano o por el español que va a América a buscar trabajo, es el desdén del chapelchiqui.
Al lado de este sentimiento, que nos parece un tanto cómico a los chapelaundis, hay otro sentimiento más recio y más fuerte: es el del vasco reaccionario y ultramontano. Este vascongado no ama el idioma castellano, porque el castellano ha sido para él el vehículo de las ideas revolucionarias, no ama tampoco a la Patria ni espera nada del Estado porque para él la única Patria es la Iglesia Católica y todo lo que no sea ella es una usurpación. Roma es la verdadera capital para el ultramontano y el Padre Santo el único rey, y si España se separa de esa ciudad y de ese monarca, abominará de ella.
Pasando a otro punto, no podemos tener los chapelaundis un desacuerdo cultural con la España castellana porque hemos evolucionado con ella.
Así, Guipúzcoa, la provincia más pequeña de España, ha producido sus grandes hombres con un paralelismo perfecto con las regiones del centro. En la época de las luchas religiosas nuestro país da a San Ignacio de Loyola; después va produciendo sus conquistadores, sus marinos, sus Elcano, sus Legazpi, sus Urdaneta; tiene Guipúzcoa sus almirantes al servicio de España: sus Oquendo, sus Blas de Lezo; tiene un historiador puramente español en Garibay. En el siglo XVIII la élite de los guipuzcoanos es enciclopedista, volteriana; llega la batalla de Trafalgar y la figura más noble, más bella de esta lucha naval es la de un guipuzcoano: la de Churruca. En la guerra de la Independencia, nuestro guerrillero don Gaspar de Jáuregui («Archaya»), no tiene la prestancia de un Mina o de un Empecinado, pero es un hombre esforzado, valiente y sonriente. En la guerra carlista nuestro hombre es Zumalacárregui, la única figura genial de su partido, un verdadero chapelaundi.
Acaban las guerras y viene un período de política ciudadana un tanto mediocre, pero hoy se nota que los guipuzcoanos se preparan para el arte, para la literatura, y el nombre de uno de ellos, el del pintor Zuloaga, es universal.
En ninguno de estos períodos el guipuzcoano ha sido regionalista, localista; no se ha contentado con menos que con influir en la Península cuando no ha podido influir en el mundo. "



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