El hijo perdido (fragmento)Marghanita Laski
El hijo perdido (fragmento)

"Hilary estaba famélico. Aquel día no había almorzado ni había tomado el té, así que, al regresar al hotel, fue directamente al comedor y se sentó en una mesa de una esquina.
Si alguna vez la evocación de algún sabroso manjar había impregnado la sala, esta ya se había disipado completamente. Apenas unas cuantas mesas estaban puestas y, en ellas, no había papeles blancos y limpios que cubrieran las manchas de los manteles desgarrados. Dos hombres con aspecto de viajantes de comercio comían juntos en la mesa de al lado; el resto del comedor estaba desierto. Las grietas recorrían el enlucido del techo, unas manchas enormes ensuciaban las paredes y la larga mesa de servicio que debería estar dispuesta con cestos de frutas, platos de jamón, langostas y pescado frío junto con elaboradas decoraciones, ofrecía tan solo unos cuantos botes de pimienta, botellas de salsa y jarrones vacíos y deslustrados. Era increíble, pensó Hilary, que un comedor francés pudiera exhibir un ambiente tan inhóspito y desolado como un café inglés de provincias, pero este, ciertamente, lo había logrado.
La sirvienta acudió a su mesa con prontitud, llevando la carta en la mano. Podía pedir sopa, croquetas frías y fruta. No había nada más en la lista.
[...]
Pero no pudo. La noche anterior había aceptado la suculenta cena con asombro y placer, sin traza alguna de culpabilidad. Ahora, al probar las espléndidas patatas, crujientes y tiernas, se puso a recordar al niño, quien tal vez ni siquiera supiera lo que eran. Al cortar el jugoso filete oyó cómo la madre superiora decía: «Carne, no conseguimos casi nunca». Miró hacia los hombres que ocupaban la mesa central. También estaban comiendo grandes trozos de carne y no parecían asaltados por remordimiento alguno. «Esto es el mercado negro —se dijo Hilary—, lo que tanto nos ha escandalizado, lo que impide que los pobres tengan siquiera lo mínimo», y entonces se preguntó: «Pero… ¿de qué sirve que lo rechace? No irá a esos niños, sino a otra gente lo bastante rica para poder pagarlo» y empezó a comer sin dejar de discutir consigo mismo sabiendo que, aunque debería, no iba a pasar hambre. "



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