La quiebra (fragmento)Juan Antonio de Zunzunegui
La quiebra (fragmento)

"El recuerdo de Asun y de su vida le vuelve a la imaginación. «¿Será cierto lo que se rumorea de que tiene un querido, y que ese querido es el dueño de la casa donde tiene la tienda y el taller?» Él es viudo, millonario, dueño de gran número de propiedades urbanas entre otras cosas; es ya un hombre que ronda la sesentena; no tiene hijos. Recuerda haberle visto alguna vez por la calle. Tiene el aire vulgar de un aldeano tímido, encumbrado. No se le ha conocido, hasta que empezó a murmurarse esto de Asun, ningún vicio. Vive modestamente en una de sus casas más antiguas en Carnicería Vieja, con una criada, que le sirve desde que se casó. No tiene fama de generoso. Por ahorrarse la pequeña comisión del administrador, personalmente cobra las rentas de sus fincas. Viste despreocupado, con corbata de nudo hecho, y camisa dura y bombín invierno y verano. Calza siempre botas negras de fuelle. Usa bigote entrecano, abundante y caído...
Ahora ve de nuevo a Asun. Ha ganado físicamente con el matrimonio. El tipo fino se realza ahora con unos trajes de gusto exquisito; y su cuerpo, antes enjuto, se abre ya con esponjosidades ribereñas. La maternidad le ha dado a la mirada una dulzura antes ausente. Es inteligente, trabajadora, ambiciosa, fría. En el tablero de la vida mueve sus piezas con la astucia de un campeón de ajedrez. Recuerda ahora lo que, recién entradas en la costura, dijo, hablando de ella, un día la maestra: «Esa es de las que se visten del color del campo para asegurar la caza.»
Ahora, que la ve ya triunfante, es cuando percibe todo el meollo de la frase que entonces, siendo una niña, apenas entendió. Al año de estar en la costura, la maestra acabó tomándola miedo. Recuerda la huelga que hubo en el taller, preparada y dirigida por ella, y cómo abandonó a las compañeras huelguistas en la estacada en cuanto consiguió para sí lo que pretendía.
La participación de la tienda le ha podido dar anualmente unos quince mil duros, tal vez veinte. Ella, con la costura, empieza a ganar mucho. Hoy es la modista de la gente joven elegante. Tiene el don del gusto y de la gracia y una gran capacidad para asimilar todo lo que ve, dándole un toque personal. Es mujer de muchas revistas y de viajes a París, cuyo encanto también ha sabido captar... Pero ¿habrá tenido tiempo, con el tren gastoso de vida que lleva, de ahorrar cien mil duros?... Luego, las pieles y joyas que frecuentemente compra...
Se la figura en presencia del dueño de la casa en el momento de pagarle la renta. Él es un pobre diablo, indefenso ante una mujer como Asun, llena de sagacidad, elegancia y encanto femenino. ¿Qué diálogos habrán sostenido hasta llegar a la intimidad? Porque Bea está ahora segura de ella. Recuerda la escena del collar comprado la víspera. No hay duda que hay una exquisita distinción y un gusto y refinamiento innato en ella..., y una rapidez fría en el idear que da miedo. Todo lo piensa y lo concatena con una vertiginosidad prodigiosa y, al mismo tiempo, con una precisión desconcertante. "



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