El violín de Auschwitz (fragmento)María Ángels Anglada
El violín de Auschwitz (fragmento)

"Para salir al paso de esta posibilidad se ha tomado otra medida de seguridad: la creación de un anillo exterior ocupado por la Wehrmacht. Dentro de este anillo exterior se halla el campo de trabajo al servicio de la IG Farbenindustrie, que cuenta en la actualidad con 7.000 presos, y todas las fábricas de la IG Farben, en las que trabajan, además de nuestros presos, 15.000 hombres aproximadamente.
El día anterior ya había dejado bien encoladas las dos piezas que formarían la tapa del violín. Las vetas de aquella hermosa madera de abeto de Hungría se ajustaban a la perfección. Daniel había tomado la precaución de calentar ligeramente los bordes para que la cola impregnara todos los poros. Venía ahora una de las tareas que más le gustaban, a pesar de su aparente dificultad: trazar la forma exacta que había de darle. Tenía una idea bien clara en la cabeza y confiaba en que su ya larga práctica le ayudaría a hacerla realidad, a pesar de las dificultades.
No pudo reprimir el oler las piezas antes de comenzar a trabajarlas. Al cabo de un buen rato se sentía cansado pero miró con aprobación el resultado de su esfuerzo. El dibujo estaba claro y, pese a su estado de debilidad, las manos no le habían temblado al repasar la plantilla: los contornos eran nítidos, precisos. Quizá había tardado algo más de la cuenta. Descolgó entonces la sierra de mano, colocó la pieza mitad fuera mitad dentro de la tabla; inconscientemente, musitó una plegaria y comenzó a serrar. Para los principiantes suele ser muy difícil guiar con acierto la delicada sierra sin tocar la línea dibujada, dejando un milímetro para pulirlo después, para que los contornos queden netos como los de un papel cortado con guillotina. Pero para Daniel no era complicado. Olvidó todo lo que no fuera aquella línea segura y sinuosa, aquella forma tan bella como el torso de una mujer. Todas sus energías, las que le quedaban, estaban concentradas en su mano derecha; recuperó la antigua facilidad.
Había acabado la primera mitad; como estaba débil, el sudor manaba de su frente. Se lo enjugó con cuidado, para que no le llegase a nublar la vista. La segunda parte del trabajo transcurrió con menos fatiga y a medida que la silueta se ajustaba al dibujo, semejante a la forma ideal que él tenía bien clara en su cerebro, le invadía una especie de bienestar —desconocido desde hacía meses—, un bienestar físico incluso. Las manos tienen memoria, ya lo sabía; siempre se lo habían dicho los instrumentistas que le confiaban violines o violonchelos para reparar, o los que le encargaban una viola nueva y con los que le gustaba conversar y conocer nuevos detalles de su oficio de artistas. También sus dedos de constructor de violines habían conservado el recuerdo del delicado trabajo que se precisaba en su arte. "



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