Nudo de alacranes (fragmento)Eloy Urroz
Nudo de alacranes (fragmento)

"La novelista Hilda Doolittle les prestará su pequeño departamento durante esos primeros meses. Cuando éste se ocupa con nuevos amigos o inquilinos, los Lawrence se mudan con otra amiga, la compositora Cecil Gray y, poco más tarde, con Dollie Radford. A partir de mayo de 1918, Ada, la hermana menor de Lawrence, alquilará una pequeña cabaña en los Midlands donde pasarán el siguiente año y pico sin mayor contratiempo. Con todo, es justo durante este recalcitrante periodo que Lawrence retorna a su añeja ilusión de crear una pequeña comuna de artistas afines, gente antibélica y pacifista. El nuevo sitio de su fantasía se halla en un imaginario Perú, lugar del que sabe poco o nada. Al mismo tiempo, decide poner sus renovadas energías en una nueva novela, Aaron’s Rod, la cual, ya desde su origen, pergeña no tener el aliento y envergadura de la anterior, Women in Love. Dos cosas, empero, lo justifican a estas alturas: en primer lugar, ¿cómo escribir un nuevo libro de ficción cuando aún no ha conseguido publicar el anterior, en el que ha puesto absolutamente todo? ¿Cómo embarcarse en un nuevo proyecto cuando su mejor novela sigue durmiendo en el archivero? Y segundo: vivir a salto de mata no es, precisamente, el mejor escenario para dar coherencia a esa nueva historia que Lawrence tiene entre manos. La novela, quizá por ello, carezca de la forma y unidad de la anterior. En el fondo, Aaron’s Rod es la puesta en escena de esas nuevas formulaciones que se ha venido haciendo sobre la naturaleza de las relaciones de pareja, junto con un ingrediente que ya se perfilaba en Women in Love: la posibilidad de establecer una conexión íntima —y no sexual— con alguien de tu mismo sexo, la posibilidad de crear un lazo afectivo más fuerte y sincero con otro hombre que aquel que se tiene con la propia mujer. Y esto es así pues Lawrence comienza a sentirse harto de Frieda y sus ataques de celos, de Frieda y su vulgaridad, de eso que empieza a asociar con su propia madre: cierta sujeción que lo tiene atado a su esposa y él emparenta a la mujer devoradora que fue Lydia. Y es que el amor enloquecido y pasional de los primeros años ha languidecido a últimas fechas. Piensa que hay algo atrofiado en sí mismo en relación con esa inusual dinámica a la que los dos se han ido acostumbrando. Sospecha que se ha sacrificado más de la cuenta; siente que es él quien se desvive por el bienestar económico y emocional del matrimonio. Todo esto lo lleva a reconsiderar sus propios presupuestos sobre la vida conyugal. Piensa, y así se lo expresa a Frieda en más de una ocasión, que la mujer debería dar precedencia al hombre; argumenta que la esposa que se precie de serlo debería estar dispuesta a ceder a las decisiones del hombre en beneficio de la pareja, todo lo cual le parece a Frieda el colmo del machismo y la misoginia.
El 11 de septiembre, David Herbert recibe orden de reportarse para llevar a cabo un examen médico militar. El 26 se apersona en el centro militar de Derby y, contra su voluntad expresa, es examinado a conciencia, desde el ano hasta las orejas. La experiencia lo trastorna: la resiente como la mayor vejación que haya padecido. Es, con todo, eximido de presentarse a filas, pero ello no obsta para que deje constancia en sus diarios y subsiguientes relatos de la afrenta y humillación: “He puesto punto final a mi relación con la sociedad y la humanidad […]. A partir de ahora es sólo para mí mismo que vivo”.
Afortunadamente, el armisticio en el otoño de 1918 coincidirá con una nueva, vigorosa, pujanza en el escritor. Escribirá, casi de un tirón, tres excelentes cuentos, uno de ellos un relato más extenso —y uno de sus más conocidos—, The Fox, el cual le remunerará más que muchos otros de sus libros. También por esa época reinicia su contacto con los Murry; en esta ocasión, prefiere la interacción con Katherine Mansfield, a quien redescubre como una persona más afín que el propio John Middleton. Ambos escritores reinician una hermosa relación epistolar, la cual no se detendrá ni siquiera con la influenza que Lawrence sufre en febrero de 1919 y lo deja postrado tres meses. Renuncia a las atenciones de Frieda y elige, en cambio, las de su hermana Ada. "



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