El mono hombre (fragmento)Wilhelm Hauff
El mono hombre (fragmento)

"Así fue introducido en sociedad el sobrino y, durante ese día y los siguientes, todo Grünwiesel no habló de otra cosa que de tal acontecimiento. El viejo señor no siguió tampoco como antes: pareció que su modo de pensar y su vida habían cambiado por completo. Por la tarde iba con el sobrino a la bolera del monte, donde los señores más destacados de Grünwiesel bebían cerveza y disfrutaban con el juego de los bolos. El sobrino se mostró como un consumado maestro en el juego, pues nunca derribaba menos de cinco o seis. A veces parecía apoderarse de él una extraña idea, y podía ocurrírsele lanzarse con la bola a la velocidad de una flecha por encima o por debajo de los bolos, organizando un estrépito disparatado; o bien, cuando había hecho una buena tirada, se lanzaba al suelo de cabeza, sobre sus bien peinados cabellos, y movía las piernas en el aire; o bien, al pasar un carruaje, en un santiamén se le veía sentado en el techo junto al conductor, haciendo muecas, le acompañaba un trecho y volvía de nuevo con el grupo dando saltos.
Ante tales escenas, el viejo señor solía pedir disculpas por el desenfreno de su sobrino al alcalde y a los demás hombres, pero éstos se reían y lo atribuían a su juventud, afirmando que a esa edad también ellos eran tan inquietos, y sentían una enorme debilidad por el joven saltarín, como lo llamaban.
Hubo también ocasiones en las que se irritaban un poco, pero no se atrevían a decir nada, porque el joven inglés tenía fama en general de ser un modelo de educación e inteligencia. El viejo forastero solía también acudir por la tarde a El Ciervo Dorado, la fonda del pueblo. Aunque el sobrino era un hombre muy joven, actuaba como si ya fuese una persona de edad: se sentaba detrás de su vaso, se ponía unas enormes gafas, sacaba una gran pipa y la encendía, ahumando a todos al máximo. Si se hablaba sobre las noticias de la prensa, sobre guerra y paz, el médico y el alcalde daban sus opiniones, provocando la admiración de los demás señores por sus profundos conocimientos de política: al sobrino se le podía ocurrir opinar todo lo contrario. Daba en la mesa un golpe con la mano, de la que nunca se quitaba el guante, y daba a entender al médico y al alcalde con la máxima claridad que de todo aquello no entendían nada, que había oído estas cosas de muy distinto modo y que tenía un punto de vista más serio. Exponía luego su idea en un alemán particularmente chapurreado, que todos encontraban encantador, con gran irritación del alcalde. Como inglés, tenía que saber todo mejor. "



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