Telón de boca (fragmento) "Evocaba a veces sus lecturas ya antiguas sobre la fuga y muerte de Tolstoi. Sus libros le habían acompañado fielmente en las distintas etapas de la vida: Guerra y paz, en su ciudad natal; Ana Karenina y La sonata a Kreutzer, en París; Haxi Murad, en las montañas del Cáucaso. En su primer viaje a la difunta patria del socialismo visitó con ella y su hija la mansión de Yasnaya Poliana convertida en museo. Calzados con unas pantuflas plúmbeas como zuecos, recorrieron las estancias en donde se celebraban las reuniones y fiestas de la familia, la vasta biblioteca con los retratos y enciclopedias, el gabinete de trabajo del escritor, la sala de música, el comedor, las cuadras y dependencias de los criados: todo el ámbito de bienestar, riqueza y privilegios injustos del que Tolstoi había querido escapar. Las prerrogativas de la nobleza a la que pertenecía le colgaban del cuello como una rueda de molino. Sus utopías igualitarias, anhelos de pobreza, crisis de misticismo, alimentaban su claustrofobia en aquella jaula dorada y avivaban los deseos de huida. Quería desprenderse de posesiones y bienes, afrontar el destino con lo estrictamente indispensable para el último tramo de su existencia. La resolución de romper con Sofía y el círculo familiar se aunaba al ansia de volver al sur, a las montañas del Cáucaso en donde fue feliz pese a los desmanes y tropelías de sus compatriotas sobriamente descritos en la novela que no llegó a ver impresa. Viajar a Chechenia con esta fue la experiencia más incentiva y a la vez desoladora de su viaje para cubrir la enésima guerra de conquista. No solo la de contemplar la cruel reiteración de la historia con los ojos del escritor, sino también la de intuir qué buscaba Tolstoi al dejar con ímpetu juvenil el mundo acolchado de Yasnaya Poliana: el retorno a los contrafuertes boscosos del camino hacia Vadenó y Shatoi; las pendientes en las que se ocultaban los rebeldes del imam Shamil, cubiertas de abetos y matorrales. Quizá fuese la vuelta a los orígenes de su vocación de escritor la que le alentaría en las horas finales de su evasión, en un vano esfuerzo por desorientar a Sofía y los ubicuos gendarmes de guerrera azulada. La muerte le atrapó en Astapovo, en la modesta vivienda de un jefe de estación, con un billete de tren de tercera clase. " epdlp.com |