La obediencia nocturna (fragmento)Juan Vicente Melo
La obediencia nocturna (fragmento)

"La ciudad apareció de pronto. Grandes murallas. El ejército avanza y relinchan los briosos corceles. De los agujeros de las torres emergen los cañones. La luna se ha ocultado y se confunden los soldados: disparan sin saber quién es quién. Un caballero atraviesa con una lanza un cuerpo sin armadura: "Soy yo, Enrique, me has herido."
"¿Cuál es tu nombre?", pregunta el otro. "Marcos, mi nombre es Marcos. Así fui bautizado, así me has llamado también inventando un nombre que podría no ser el mío, el verdadero, el heredado de padre y abuelo. Tu lanza está clavada en mi vientre. Duele. Quítala de aquí, me hace daño. Estoy herido, me estás matando." Enrique monta nuevamente en su caballo y Marcos se arrastra, aullando, pidiendo auxilio. La arena se pega en sus ojos, en sus labios, en la herida que sangra. Retumba otro cañonazo y cae un caballo que arrastra a otro jinete. "Esteban, Esteban", grito. Pero estoy inmovilizado y no puedo hacer nada para socorrerlo. El caballo herido levanta las patas, corre y Esteban lo sigue, arrastrado, los pies fijos en los estribos. Yo estoy sujeto a unas cadenas. Un perro tigre avanza, me olfatea, ladra. Luego, baja la cabeza -el cráneo está roto y no cesa de sangrar. Me mira lastimosamente, como pidiéndome perdón. El ejército de caballeros armados ha conseguido llegar a las murallas que se desploman. No queda nada: humo, arena, un perro tigre con el cráneo roto que me lame las manos encadenadas.
El mar está arriba, el cielo abajo. Un mar embravecido de olas gigantescas. El cielo es la oscuridad absoluta.
Soy, de nuevo, un niño. Un ejemplo de niño -decía mi madre levemente orgullosa. En su cuarto tiene un altar donde celebra misas. Lo he estado espiando: viste un ropaje extraño y el altar, con velas que despiden luz amarillo-rojiza, tiembla ligeramente, No sé por qué ha puesto un velo azul que esconde unas figuras fabricadas por él.
Una vez levanté el velo y pude verlas; eran unos ángeles multicolores, sonrientes, de barro. Aprendió palabras en latín: Gloria in excelsis Deo. El in terra pax hominibus bonae voluntatis. Laudamus te, benedicimus te, adoramus te, glorificamus te. Y elevaba la hostia con los ojos cerrados y luego la deglutía, sonriendo, como si estuviera en éxtasis. También tenía un teatro de títeres e inventaba dramas y comedias. "



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