Salvar el fuego (fragmento)Guillermo Arriaga
Salvar el fuego (fragmento)

"Temen. Los hombres temen. No son cobardes. Han peleado en guerras infinitas. No tiemblan frente a la muerte. Tarde o temprano esa llegará, lo saben. Le temen al aire pútrido, a los males traídos por la ventisca arenosa repleta de ponzoña: la ceguera de sí mismos, correr en círculos sin llegar a ningún lado, no reconocer ni a la mujer, ni a los hijos, sacrificar a quienes decían ser sus padres, sacarles el corazón a los amigos, violar a la abuela. La demencia, la sinrazón.
El ejército de hombres se estremece. La corriente hedionda ondula por encima de sus cabezas. Pueden percibir sus primeros estragos. Los vellos se erizan. Los ojos lagrimean. Escozor en la nariz. Músculos engarrotados. Inútil huir, no hay donde ocultarse. Las ráfagas vuelan las tiendas de campaña. Las banderas son arrancadas de los mástiles. Los valientes desean emprender la batalla. Correr espada en mano a degollar al pueblo enemigo resguardado detrás de los muros de la ciudad. Imposible. El viento fétido sopla ya en la planicie.
Los soldados contienen la respiración. Prefieren morir decapitados antes que caer en el extravío. El general nota los rostros desencajados. Se planta delante de sus tropas. Desea alentarlos a acometer al adversario. “Si van a enloquecer, enloquezcan peleando. Acuchillen las entrañas de los impíos antes de acuchillarse entre ustedes. Si van a morir, mueran matando.” Ninguno de los suyos le presta atención, el céfiro maldito ya les ha penetrado. Se les nota en la mirada perdida, en la boca contrahecha, en los temblores de sus dedos. Vomitan sangre. Sus oídos estallan. Sus huesos crujen. Deambulan desorientados. Barbotan palabras incomprensibles. Los tigres invisibles han comenzado a devorarlos.
El enemigo, al otro lado del río, espera en la ciudad sitiada. Incrédulos divisan el desastre. Sus frenéticos rivales se asesinan unos a otros. Levantan la vista y ven la nube venir hacia ellos. Desean evitar el pánico. De nada les servirá desertar en tropel. El viento llegará y arrasará con ellos. Deciden esperar. Un milagro podría aún suceder. Un cambio súbito de dirección, el soplo de un dios misericordioso. "



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