Por el territorio del Ussuri (fragmento)Vladímir Arséniev
Por el territorio del Ussuri (fragmento)

"Dediqué el día siguiente a inspeccionar el Juluay, río que tiene unos 20 kilómetros de largo, fluye en dirección meridional y va a dar al golfo de Vladímir por su parte norteña. El valle del Juluay se estrecha cerca de la desembocadura, pero se ensancha más arriba. Las alturas que hay en su margen derecho tienen un marcado carácter alpino. La mayoría están cubiertas de pedregales. En la parte izquierda se extienden amplias terrazas que, más allá del río, se transforman en unas mesetas que están cubiertas por bosques poco frondosos de tilos, robles y abedules negros. Por esta parte, al Juluay van a dar varios manantiales, los cuales, cuando hay lluvia, arrojan al valle muchos desechos y obstruyen los terrenos fértiles.
De los afluentes del Juluay, el Tiji Kliuch es el que mayor atención merece. Desemboca en su ribera derecha y la senda hacia el Arzamasovka discurre por él. Este manantial justifica plenamente su nombre; en él siempre reina el silencio característico de los terrenos pantanosos. La vegetación en el valle tiene poca altura, es escasa y se compone en su mayor parte de abedules blancos y alisos verdes. Los primeros se hallan dispersos por todo el valle de manera aislada y en pequeños grupos. Los segundos forman espesas arboledas en las riberas.
Allí, un alto cerro peñascoso, llamado por los campesinos más veteranos Petushiy Greben, podía servir como punto de orientación. Este monte queda incluido en la divisoria de aguas entre el Tapouza y el Juluay. La ascensión al puerto en las fuentes del Juluay es larga y suave, pero la bajada al Tapouza es abrupta. Aparte de este cerro, había otro monte: el Zarod. En él se halla la cueva Makrushínskaya, la más grande, interesante y, hasta ahora, no explorada en su totalidad.
La entrada a la cueva tiene forma triangular y está situada a bastante altura sobre el suelo (entre 40 y 50 metros).
Al principio, el explorador entra en la primera sala, que tiene una longitud de unos 35 o 40 metros y una altura de hasta 30. Al fondo se encuentra un pozo profundo, en el que es fácil caerse. Antes de llegar al pozo, hay que torcer a la izquierda e ir a un nicho del que parte un largo pasadizo de subida y de bajada. Este pasadizo se estrecha en el punto más alto de la subida, entre dos estalagmitas. Más adelante, hay que ir a gatas. El trayecto tiene casi 50 metros de largo, tras el cual el explorador sale a un pasaje ancho, que le lleva a una segunda sala, blanca como la nieve. Es pequeña, pero muy bonita. Desde ahí se puede pasar por un angosto conducto a una tercera sala, la más majestuosa. Es mucho más grande que las dos primeras juntas y, en ella, las estalactitas y estalagmitas han formado lujosas columnatas. En las paredes hay cal acumulada por doquier, que produce la impresión de ser cascadas petrificadas.
En algunos puntos de las hondonadas se concentra agua tan limpia y cristalina, que un explorador solo repara en ella cuando ya ha metido un pie. Allí vi otro pozo profundo y más conductos laterales. En esa gran sala, a un observador le sorprenden involuntariamente los asombrosos efectos acústicos; cada palabra dicha en voz alta es contestada por un eco de otras cien. Y si se tira una piedra al pozo, se arma un estruendo similar al de un cañoneo. Parece como si hubiera un derrumbe y la bóveda se viniese abajo.
A 5 kilómetros de la desembocadura, el valle se ensancha y se hace más cómodo para reunirse. Las fansás de agricultores chinos están situadas allí. Son pocas, solo cinco. La que está más próxima al mar se llama Siao-chinzá. "



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