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Mandelstam (fragmento) "¿Era extravagante? ¡Claro que lo era! Por ejemplo, echó a un joven poeta que había venido a quejarse de que no lo publicaban. El joven desconcertado bajaba por la escalera mientras Ósip seguía de pie en el descansillo superior y le gritaba: «¿Acaso publicaron a Andrea Chénier? ¿Y a Safo? ¿Publicaron a Jesucristo?». Todavía hoy S. Lipkin y A. Tarkovski cuentan de buena gana que Mandelstam criticó sus versos de juventud. Artur Serguéievich Lurié, que conoció muy bien a Mandelstam y que escribió con mucha dignidad sobre la relación de Mandelstam con la música, me contó (años diez) que una vez iba con Mandelstam por Nevski y que vieron a una dama realmente admirable. Ósip, ingenioso, le propuso a su compañero: «Vamos a quitarle todo eso y a llevárselo a Anna Andréievna». (Lurié puede confirmarlo). No le agradaba mucho que a las mujeres jóvenes les gustara El rosario. Cuentan que en una ocasión estuvo en casa de Katáiev y mantuvo una agradable conversación con la hermosa mujer del dueño de la casa. Al final le entraron ganas de comprobar los gustos de la dama y le preguntó: «¿Le gusta Ajmátova?», a lo que ella, naturalmente, respondió: «No lo he leído», y a continuación el huésped montó en cólera, empezó a decir groserías y se marchó hecho una furia. A mí no me contó nada de esto. Invierno, 1933-1934: mientras me hospedaba en Naschókinski con los Mandelstam en febrero de 1934, los Bulgákov me invitaron a una velada. Ósip se inquietó: «¿Quieren que os reunáis con la literatura de Moscú?». Para tranquilizarlo, dije algo desafortunado: «No, el propio Bulgákov es un marginado. Probablemente haya alguien del Teatro del Arte». Ósip se enfadó de veras. Se movía por la habitación y gritaba: «¿Cómo apartar a Ajmátova del Teatro del Arte?». En una ocasión Nadia llevó a Ósip a la estación, a esperarme. Se había levantado temprano, estaba helado, de mal genio. Cuando bajé del vagón, me dijo: «Ha venido a la misma velocidad que Anna Karénina». " epdlp.com |