La moral del comedor de pipas (fragmento)Pedro de Silva
La moral del comedor de pipas (fragmento)

"Se acerca Brianda, expulsando feromonas como de costumbre, se agacha para decirme algo y me habla muy cerca. Cool dice que eso nunca debe hacerse, pues es meterse en el «fanal fenomenológico» de uno. Así lo llama, «fanal fenomenológico». Brianda, cuando me ronda, me deja perdido de sus dichosas feromonas, sobre todo en primavera, y no puedo evitar que me la ponga dura al tiempo que me dan arcadas (un asunto curioso). Cuando ven ya cerca la meta de los treinta el cuerpo les pide a gritos apareo y fecundación. Ella al andar por la oficina va polinizando lo que encuentra a su paso. Yo no le gusto, por supuesto, no se trata de eso; el caso es regarlo todo, como si echaran un insecticida. Nos ven como cucarachas.

Magnolia es otra cosa, la mujer más guapa que he visto nunca, y encima una compañera que te ayuda siempre que puede y procura poner apodos cariñosos a los colegas. A mí me ha puesto Luc desde el primer día y he entendido siempre que era por Luc Skywalker, el valiente y guapo jovencito de las primeras entregas de La guerra de las galaxias (aunque haya envejecido mal en las últimas). Sé que es un amor imposible pues, además de tener mucha más clase que yo y todos los de la oficina juntos, por la alegría que tiene en el cuerpo y se le estira en la sonrisa da la impresión de estar bien follada, lo cual es como atacar un castillo con foso y sin puente levadizo. Ella, que me lleva bastante más de veinte años, me mira con cariño como de madre, y yo a ella con amor como de hijo algo salido, pero con tanto como y como no hay comida y ni me acerco al plato. El Perro la codicia y creo que la acosa y, al no dejarse ella, le hace putadas con las pólizas. «Un día tendrá su merecido», le dije a Magnolia cuando después de una trastada del Perro la vi haciendo pucheros.

«Jaboncillo», decía mi abuelo en la frase que me dejó en herencia. Una palabra rara. Nunca supe si se refería al canuto o al jugo del canuto. Puede que él tampoco. Debió de habérsela llevado del pueblo cuando de joven dejó el olivar, con tanto aire puro y tanta hambre, para subir al Norte buscando trabajo en las fábricas con ese humo que alimenta. Hace unos años, poco antes de cascar con más de noventa en el Distrito Federal (que en el barrio donde vivíamos tenía algo de pueblo), solía ponerse gorra visera y un blusón con el que iba inflado como un globo y se iba a pasear con su bastón terminado en garrota. Cuando iba vestido así se le veía en su ser, como si hubiera recuperado el primer envoltorio, y usaba muchas palabras de esas que nos vienen tan de lejos y tienen dentro más sabiduría que una guía telefónica, el libro con más personajes que yo he visto nunca. "



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