Las cartas de Saguia-el-Hamra (fragmento)Vicente García Cervera
Las cartas de Saguia-el-Hamra (fragmento)

"La idea que explotaban las tres comadres, si es que Julio intervenía en ello, no era original. A mis cuarenta años de maricona no podían sorprenderlos con nada aquella prostituta sin más méritos que su disfraz, ni Antonia con sus remilgos. Pero que hubiesen puesto en práctica algo tan viejo, y que les fuese bien, me dio tres patadas en los ovarios. Yo sólo lo había pensado. Y ellas, más ignorantes, lo habían convertido en un sistema cuyo éxito aseguraba la intuición de Laurita.
La casa del segundo piso disponía de una habitación pared con pared con el mismo retrete que ocupaba Antonia no bien la chica y su cliente entraban en ella. Y como habían hecho un orificio, cuya salida disimulaba el papel pintado, mi amiga sólo tenía que pegar el ojo para tener una panorámica en tres dimensiones de la cama y sus ocupantes.
A otra le hubiese bastado disfrutar las posturas que ensayaba Laurita para su recreo. Pero era una loca con alianza y quiso saber si también a los otros se les abría el culo lo mismo que a ella. Y si Conchita le metía el dedo para conseguir que la empitonara, logró de Laurita que hiciese otro tanto con los clientes de su elección.
Durante algún tiempo todo se redujo a disfrutar del coito, tabique de por medio, y de un orgasmo que soltaba el grifo sin más salpicaduras fuera de él.
Yo conocía lo suficiente a Antonia para saber que no se hubiese atrevido al siguiente paso sin que la empujasen. Pues una de esas tardes en que la chica calibraba un culo la interrumpió el labriego que minutos antes la había dejado, quien al parecer extravió entre las sábanas el billete del autobús. Pero sea porque a su culo aún le escocían las picaduras, sea porque el otro las tenía recientes, compusieron una escalera en que la polla del viajero hizo de tercer peldaño.
A partir de esa tarde bastaba que Laurita hiciese una seña para que Antonia supiese que podía entrar por el sitio indicado. Ni siquiera tuvieron que forzar la mente: la excusa les pareció tan buena que mi amiga no utilizaba otra. Y como tampoco tenía que esforzarse mucho para poner por las nubes la erección del de turno, de tres veces que entrase dispuesta a todo en dos de ellas sacaba su parte. "



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