El conflicto entre el paganismo y el cristianismo en el siglo IV (fragmento)Arnaldo Momigliano
El conflicto entre el paganismo y el cristianismo en el siglo IV (fragmento)

"En Abydos, Egipto, que era algo así como «El Dorado» de las artes mágicas y que tenía en el Imperio Romano una función parangonable, en los temas místicos y teosóficos, a la que ha tenido la India para Occidente, había un altar de un viejo dios popular de características bastante indefinidas, además de ligeramente cómico, llamado Bes. Por alguna razón el oráculo se puso de moda en época de Constancio y era consultado incluso por las clases altas. Algunas peticiones escritas, que se suponía que traían intenciones siniestras, fueron encontradas por espías y enviadas al emperador. Este envió  inmediatamente su cazador de brujas o gran inquisidor con plenos poderes, un tal Paulo, a quien un feroz humorismo popular había apodado Tartareus (Paulo del Infierno). Como leemos en Amiano, Paulo estableció un tribunal en una ciudad aislada de Palestina, a mitad de camino entre las ciudades de Alejandría y Antioquía, de donde venían la mayoría de las víctimas, e instauró un reino de terror. Con todo el respeto debido a Amiano y su bien conocida imparcialidad, hay que tener en cuenta en estos pasajes su tendencia a la exageración y al sensacionalismo. Pero los tres decretos originales de Constancio II, incorporados posteriormente en el Corpus iuris civilis, muestran claramente la crueldad del emperador hacia el gran número de gente que practicaba la brujería, los multi magicis artibus usi, entre los cuales se incluía, bien especificado, a los que quitaban el mal de ojo, a los arúspices y astrólogos, caldeos, adivinos, intérpretes de sueños y brujos comunes: para todos ellos la pena por estas actividades era la muerte. Incluso para los aristócratas, que en otros casos se encontraban exentos legalmente de la tortura —«cruciatus et tormenta non fugiat». Si después de que se demostrara su culpabilidad continuaban protestando por su inocencia debían ser torturados, «las tenazas de hierro del ejecutor debían hundirse en sus costados». Algunos decretos de Constancio parecen ir más allá de la condena a las artes mágicas y atacan y restringen la religión pagana en cuanto tal. Pero si evaluamos los hechos sensatamente vemos que no se abandonó la intención de distinguir la magia de la vieja religión romana. Como sus predecesores y sucesores en el trono, incluido Valentiniano I, Constancio mantuvo entre
sus títulos el de pontifex maximus. Cuando, por ejemplo, durante una amenaza de hambre en Roma, las naves encargadas del grano se retrasaron a causa de una tempestad, y el prefecto de Roma fue al templo de Cástor y Pollux en Ostia para ofrecer sacrificios a estos patronos de los marineros, obteniendo un éxito inmediato —como sabemos por Amiano— nadie pensó que se estaba haciendo algo prohibido. Estos actos oficiales eran algo diferente de lo que Constancio tenía en mente cuando ordenó: «Cesset superstitio, sacrificiorum aboleatur insania» o «placuit claudi protinus templa», o cuando hizo prohibiciones similares, cuya feroz dureza debió provocar resentimientos, incluso, entre los paganos de religión más inocente. "



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