Sospechas (fragmento)Herman Koch
Sospechas (fragmento)

"No quería investigar, dedicarme a buscar pruebas. Así iban estas cosas normalmente en la vida real. Tanto en la vida real como en las películas. El cónyuge engañado investiga: intenta descubrir la contraseña del ordenador de su mujer (nombre de la hija, nombre de la mascota más dos últimas cifras de su fecha de nacimiento), aunque sus mensajes de correo electrónico no proporcionan pruebas. Quizá tenga una segunda cuenta, una cuenta secreta. O tal vez en algún momento de descuido, cuando ella deje el iPhone tirado por ahí como tantas otras veces, él podría repasar su historial de WhatsApp. Pero ¿encontrará algo? ¿Acaso ella no habrá tomado medidas de antemano, acaso no borra los correos y mensajes comprometedores en cuanto le llegan?
No pude evitar acordarme de la película en que un periodista introduce el último destino de un compañero asesinado en su navegador. Pero mi mujer no tenía carnet de conducir. Tampoco era lo que quería, entendí en ese momento, un par de semanas después de la cena con Bernhard y Christine. Me propuse estar bien atento. Seguiría espiando desde detrás del periódico. Durante nuestras comidas juntos, la familia al completo en casa o, como unos días antes, los tres en el Schiller, participaría de las conversaciones inocentes, y al mismo tiempo, como un sismógrafo que detecta las primeras vibraciones en la corteza terrestre, registraría las variaciones en la voz de mi mujer durante sus historias.
Las pruebas irrefutables dejan algo roto a su paso. Un correo electrónico incriminatorio o un mensaje inequívoco provocarían daños irreparables. Me pasaría el resto de la vida repitiéndome el texto palabra por palabra. En un momento de descuido, esas palabras pasarían a un primer plano y contaminarían para siempre nuestro futuro (nuestro futuro juntos, me permití pensar, nuestra felicidad reencontrada). Tres o cuatro años más tarde, observaría desde la playa cómo mi mujer se adentraba en el rompiente pasito a pasito y de pronto vería aparecer el texto: «¡Y más besos! Hasta el lunes, Maarten», en la parte inferior de la imagen. Mientras no hubiese pruebas, me decía, todo era posible.
Y mientras todo fuese posible, también podía acabarse en cualquier momento como si nada. Así que este era mi propósito a partir de ahora, lo que quería intentar con todas mis fuerzas. Si entre el presente y un punto no demasiado lejano del futuro la cosa se terminara de repente, nunca se lo reprocharía. No sabía si sería capaz, pero valía la pena intentarlo. No le complicaría la vida. Además, quizá nunca había ocurrido. Mientras yo no sacara el tema, nunca habría ocurrido.
Lo que más me costaba era el pasado. ¿En qué medida se corrompería nuestro pasado conjunto? Pensé en cosas que habíamos hecho juntos en los últimos meses, si todavía significaban lo mismo ahora que las cubría un velo de sospecha. La posibilidad de una doble vida. Mi mujer me sonreía, pero esa sonrisa solo tenía la intención de engañarme.
El otoño anterior habíamos ido al museo Kröller-Müller. Una escapada de cuatro días los dos solos. Normalmente, para salidas así íbamos a nuestra segunda residencia, o a Barcelona, París o Londres, pero esa vez nos habíamos aventurado a ir hacia el interior de los Países Bajos. A veces Sylvia se quejaba de que en realidad no conocía el país. "



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