Señorita México (fragmento)Enrique Serna
Señorita México (fragmento)

"Por motivos que Selene no comprendía, Rodolfo los había dejado solos. La conversación tomó rumbos cosmopolitas: a ella lo que más le gustaba del mundo era Nueva York, porque no había indios, sólo negros. España era bonita pero chica y en las playas el agua estaba demasiado fría. Odiaba a los franceses porque un recepcionista maricón la trató mal en París.
El Senador, por su parte, le contó anécdotas de viaje: pifias cometidas por otros políticos en reuniones interparlamentarias, graciosos equívocos en Argentina porque la esposa del secretario de Gobernación se llamaba Concha, nombre muy comprometedor entre los chés... ¿Sabía Selene lo que significaba? Aprovechó la circunstancia del ruido para decírselo al oído y su aliento hizo cosquillas a Selene, que tímidamente apartó la cabeza para eludir sus labios.
Para ella fue un alivio que la sacara a bailar, pero un alivio momentáneo, porque las piezas movidas terminaron pronto y siguió una larga secuencia de calmadas —Hey Jude, Esta tarde vi llover, etc.— que el Senador aprovechó para tomarla de la cintura y acariciarle la espalda cariñosamente, como a un pura sangre. A la tercera o cuarta pieza (el disco de Simon & Garfunkel se eternizaba) las caricias se convirtieron en ardientes rasguños. Escalante se estaba poniendo cachondo y Selene no sabía cómo enfriarlo.
Su temor era que Rodolfo apareciera en cualquier momento y se agarrara a golpes con el Senador, porque entonces sí, adiós a su carrera en la Procuraduría. Pero a Rodolfo se lo había tragado la tierra. En la planta alta se oían risas de hombres. Cuando el Senador le dio una tregua subió las escaleras y entró a una recámara donde cuatro guardaespaldas jugaban dominó.
Al verla suspendieron la partida y abrieron desmesuradamente los ojos. No conocían a su marido, pero estaban a sus órdenes para llevarla a casa cuando terminara la fiesta. Abajo, el Senador la esperaba impaciente. "



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