Sviatoslávich, el discípulo del diablo (fragmento)Aleksandr Veltman
Sviatoslávich, el discípulo del diablo (fragmento)

"El río se desborda, se convierte en lago, crece y crece, rodando encabritado por las rocas. Y el barco con el bogatyr pone rumbo a la montaña. He aquí la cumbre, he aquí la cima, semejante a un yelmo coronado por tres abetos. El agua se calmó y el barco atracó en una tranquila ensenada. Salta el bogatyr a la orilla y divisa un caballo blanco de Bujará que parecía forjado en plata. Bajo el caballo había una piedra. A su lado, una columna con una anilla de oro, y en la columna, unas riendas. Kolechische fue astuto. Desató las riendas, besó al caballo blanco en una estrella de color claro que tenía en la frente y se las puso. El caballo se encabritó y comenzó a relinchar, dejándose oír en los oscuros bosques del otro lado del mar. El bogatyr se llevó al caballo y lo ató a la columna. Levantó la piedra y, debajo de ella, encontró la espada mágica. Era exactamente la que buscaba. El bogatyr la admiró durante largo tiempo, besó la hoja de acero de damasco y se la colgó al costado. Echó las riendas sobre el caballo, le dio unas palmadas en el lomo y se montó sobre él, aplastándole las costillas. El caballo se tambaleó: ni que decir tiene que el jinete era extremadamente pesado. Pero se recobró, resopló desprendiendo un denso vapor, agitó la cola, se puso de manos, golpeó la tierra con los cascos traseros y atravesó de un salto el profundo mar Protóchnoie, volando como una flecha a través de los campos y de las montañas, porfiando con los vientos.
Mientras tanto, el falso Príncipe Heredero no crecía por días, sino por horas. Aún en la cuna, su madre y la astuta adivina de su nodriza lo vestían con un pequeño yelmo de trapo adornado con abalorios y con un penacho, y con una armadura de tela y de punto con escamas cosidas. En la cintura le ciñeron una espada a la altura del codo. Cuando el niño comienza a andar, tocan para él las trompetas y los timbales, le traen un caballito de madera y le ponen en sus manitas un arco y una flecha. Ponen a su servicio a Almaz, ojo derecho de la adivina. El Príncipe Heredero no crece por días, sino por horas. Cumplió siete años. Le cortaron el pelo según la costumbre y le dieron un nombre. El rey parte hacia tierras de la India en busca de piedras preciosas. Llama a herreros etíopes para que forjen una coraza de oro para su hijo engarzada con diamantes. Toma a su hijo en sus brazos de brazos de la madre. Él mismo le enseña a mostrar valor, a cazar y a cabalgar, a luchar a caballo y a manejar armas, a dormir sobre la tierra húmeda, a atravesar montañas, a cruzar los mares, a abatir de los cielos a las águilas, a atrapar a la carrera a zorros rojos y a lobos grises, a doblegar las patas del feroz jabalí.
El alma del Príncipe Heredero se colmó de hombría y se impregnó de valor. La misma reina estaba asombrada. No creía en su propio recuerdo de que no había dado a luz a un niño, sino a una princesa con una estrella.
Y he aquí que el Príncipe Heredero cumplió quince años y se convirtió en un joven de gran belleza. Nadie había que pudiera compararse a él en todas las comarcas del Don. Le quedaba bien la coraza de oro forjada por herreros etíopes y engastada con diamantes hindúes. Pero la espada mágica continuaba sin aparecer. Esperan y esperan al bogatyr Kolechische, pero no vuelve. ¡Es posible que se haya perdido o que haya muerto!
El rey le regala a su hijo su espada damasquina y su caballo negro. Invita a huéspedes de todas las tierras, a fuertes y poderosos bogatyres y caballeros. Les da de beber, de comer, les ofrece diversiones y les invita a medir fuerzas y armas con su hijo. Van llegando los invitados. Participan en banquetes y se maravillan con la belleza del Príncipe Heredero: “No es un príncipe —dicen—, sino una princesa. ¿Quién de nosotros, bogatyres de ultramar, medirá fuerzas y armas con él? ¡Es joven como la luna nueva! ¡Es bello como la luminosa helada de la mañana!”. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com