Los amores de Antonio y Cristina (fragmento)Pío Baroja
Los amores de Antonio y Cristina (fragmento)

"Queriendo cumplir lo proyectado. Antonio Zabala llamó al día siguiente por teléfono al número que figuraba en la tarjeta que la señora doña Dolores Ibarra de Garibay le había entregado. Oyó la voz de una muchacha joven, quizá una sirvienta; al cabo de un breve silencio debió de sustituirla la voz de la señora, y, dándose Antonio a conocer, quedaron de acuerdo en que al día siguiente se trasladaría Antonio a San Juan de Luz, por la mañana, llevando consigo su cuadro, pues la señora había hallado ya una tienda donde lo expondrían, cobrando, en caso de que se vendiese, el tendero un tanto por ciento corriente.
Cuando Zabala se encontró en casa de la señora Ibarra de Garibay vio que no llevaba ya velo y no notó rastro en ella de su nariz postiza; tampoco tenía las mejillas rojas.
La señora que le recibió al principio en un saloncito dijo que era hermana de Dolores. Antonio hubiera jurado que era la misma. Salieron juntos; la dama le acompañó a una tienda de la calle de Gambetta en cuyo escaparate quedó el cuadro expuesto. Había señalado Zabala como precio 3000 francos, cantidad que a la señora no le pareció excesiva, ni mucho menos. Pero así sería más fácil su venta.
Antonio había barnizado lienzo y en conjunto resultaba bastante atractivo. Viéndolo en el escaparate comenzaba a sentirse esperanzado. ¡Quién sabe! Pudiera ser que esa exposición fuera para él un principio de algo halagüeño. Si así resultaba, el encuentro de la carretera con doña Dolores, cerca de Galantenia, sería una fecha trascendental en su vida.
La señora, creyendo que el pintor sabría apreciar su amabilidad, después de la tienda donde dejaron el cuadro, le hizo visitar la iglesia de San Juan, donde se había verificado el matrimonio de Luis XIV con María Teresa, la infanta española.
Entonces eran tiempos más prósperos para la ciudad costera. Sus habitantes, en la actualidad, no tenían para vivir mas que convertirse, la mayoría, en fondistas. San Juan de Luz estaba en el apogeo de su vida marítima, aunque ya próximo a desaparecer; a consecuencia del Tratado de Utrecht, Francia tuvo que perder Terranova, y los marinos de San Juan quedarse sin las pesquerías del bacalao. Antes de que eso llegara habían perdido también los beneficios que extraían, que no eran escasos, de la pesca de la ballena en el golfo de Gascuña, por la desaparición de estos cetáceos de la costa europea. "



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