Turistas (fragmento)Hebe Uhart
Turistas (fragmento)

"Y qué iba a necesitar yo, tenía la televisión en la pieza y ya me hallaba lo más bien y ya le conocía a sus amigos. Eso sí, tenía amigos hombres y mujeres. (Con los hombres ella no se enredaba. Ella les hablaba como si fuera, un decir, otro hombre.) Ella tenía una amiga que era fiscala, pero no hablaban de cosas de justicia. Y tenía otra que tocaba el bombo, que así le llaman a un tambor morrudo, tocaba una música triste que te tiraba en medio de la zanja.
Nunca una polca, un suponer una guaraña. Y esa música tan triste las dos decían que era Iporaité. Y la del bombo trajo unas veces un indio, igual en todo al mono carajá, que tocaba música más triste. Y ese era un indio sinvergüenza, se comía todo el queso y se tomaba todo el vino. La señora Marta decía que el indio era un descubrimiento más grande que el descubrimiento de América. Sería así nomás, mas yo estaba cansada de atenderle. Siempre estaba a punto de mandar y para más me hablaba con voz de mando. Más después resultó que la señora Marta les temía a una ñandui, la araña chiquita. Una noche escuché un grito tan fuerte que temí una desgracia, era que había visto dos ñandui que ya habían hecho su ñandutí. Ella estaba sin habla y yo creyente en algún aparecido, ella me señalaba con el dedo y yo no veía. ¡Una mujer tan alta, tan aseñorada, desconfiar de esas chiquititas! Ella me rogaba que les mate, pero yo no, trae mala suerte, vino el portero y les bajó. Ella me rogaba que les mate, y parecía Lorenzo, el de la novela Amor eterno, que ruega no se vaya su amor, que era un amor eterno, separado por el propio Dios. Asimismo se murió Felipe, de viejito nomás, él siguió a una paloma y como estaba entorpecido de las patas, se cayó del balcón. La señora Marta gritaba: –¡Mi gato se suicidó! ¡Mi querido Felipe!
Y entró a llamar por teléfono para anoticiar a sus amistades del suicidio. Y más después entraron a llamar otras amistades, que le daban el pésame y a cada uno le decía palabras nuevas y cuando uno pensaba que se habían acabado los dichos, ella sacaba quién sabe de dónde nuevas palabras, iba contando el sucedido de otro modo. Y yo pensaba: “¡Cómo maneja tan bien el español, que lo aprende en los libros, ella siempre llevando libros y papeles de un lado para otro, cosas limpias, no como allá en el campo, que partíamos la leña para el fuego y la mamá amasaba el chipáguazú para todos, que tenía las manos como milanesa. Y entraba a pensar en los chicos, ojalá en lo futuro manejen papeles de acá para allá, sin entorpecimiento del humo y de la lluvia. "



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