Las perdices del domingo (fragmento)Miguel Delibes
Las perdices del domingo (fragmento)

"Sucedía, sin embargo, que este año la caza de invierno no acababa de subir a El Masegar. Yo me temía, y así se lo anticipé a Paco León, que no se produjera ni en El Masegar ni en el Taray, que linda con aquélla, ni en el Záncara ni en ninguno de los lavajos del centro de la península, afluencia de patos de regreso, por la sencilla razón de que el pato, como la avefría y otras acuáticas migratorias, apenas entró este año debido a la serenidad del otoño y a que las temperaturas de los países nórdicos sobrepasaron a menudo este invierno las de los países mediterráneos. De este modo, si no hubo patos de ida, mal podría haberlos de vuelta, mas Paco León, mi consocio de Alcyon, seguramente instigado por su deseo antes que por convencimiento, se pasó el mes de febrero anunciándome la inminencia de la arribada a El Masegar de los patos de retorno. Sin darnos cuenta nos metimos en el último día de caza de acuáticas y como la espera no podía prolongarse más y, por otra parte, Santiago, el Pincha, aseguraba desde Quero que paletos y porrones empezaban a moverse, el sábado cogimos el coche, nos reunimos con los Alcyon en Madrid, con José María Blanc, nuestro anfitrión, en Aranjuez, y a las cinco y media de la tarde estábamos en la laguna.
Estos terrenos de marjales dan una impresión de aislamiento más acentuada que la de Tierra de Campos. Seguramente son más solitarios y producen un oxígeno más puro. Pasear en barca a la caída de la tarde, entre islotes de carrizos y espadañas, es agarrar la paz con la mano. No obstante, durante este paseo vespertino se vio poco pájaro, apenas una junta discreta de porrones y media docena de pares de azules. La impresión de la víspera ya fue pobre, impresión que se confirmó, apenas repartidos por los puestos, en la madrugada del domingo.
Demasiado silencio para cosa buena. El parro tiene un despertar muy jaranero y, ayer, la laguna, a la primera luz, continuaba adormecida. Yo había decidido compartir el puesto de Las Mimbreras con Adolfo, ya que en el Záncara nos pintó bien, pero la pretensión de utilizar simultáneamente las dos escopetas hubimos de descartarla a la vista de la angostura del tollo. Comenzamos, pues, a turnar y el chico me dio, de entrada, la primera lección emplomando a dos porrones consecutivos con admirable seguridad. "



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