Una pareja casi perfecta (fragmento)Emily Eden
Una pareja casi perfecta (fragmento)

"Lord Beaufort esperó un rato antes de que su hermana volviera a la habitación. Había estado con Mary, que le había hablado de los contratiempos de aquella mañana, y estaba preparada para apaciguar, aclarar, suavizar y conciliar, hasta que todos volvieran a estar en paz. Tal era el trabajo diario de la señora de una gran casa de campo. No hay lavandera que planche los pliegues más difíciles, ni carpintero que cepille una viga de la madera más áspera, ni jardinero con un suelo más pedregoso que rastrillar, que tenga que preocuparse tanto como una casera que se esfuerza por mantener la calma de las compañías mixtas que alberga. No se pide nada más. Todos pueden odiarse, envidiarse y competir entre sí, pueden decirse toda clase de maldades y cometer las acciones más repugnantes; lo importante es que el «efecto general», como dicen los pintores, sea armonioso: y es el tacto de la anfitriona el que debe mantenerlo así.
Una tormenta como aquella que estalló esa mañana era una novedad inusual; y Helen debía calmarla antes de que las facciones opuestas se reunieran para cenar. Ella notó que su hermano estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para evitar el resentimiento de la señorita Forrester. Su apelación a Helen le había conmovido, y como no soportaba ver llorar a las mujeres, su esfuerzo por mantener su compostura le había colmado de admiración y gratitud. Y cuando escuchó toda la historia, encontró nuevas razones para arrepentirse de lo que había dicho. Mary había recibido con agrado las atenciones del coronel Stuart en los días en que creía que él la amaba sinceramente, hasta que recibió la visita sorpresa de una tal señora Neville, que tenía buenas razones para considerarse a sí misma el verdadero objeto del deseo del coronel. Desesperada por la noticia de su enlace con la señorita Forrester, la mujer no encontró otro remedio que convertir a su rival en su confidente. Le contó su historia y presentó como prueba algunas cartas del coronel Stuart; y lloró amargamente por ellas, por su error, por la traición de su amante y por las faltas de su marido, el señor Neville; y, cegada por la pasión y los celos, se había despojado de su propia persona, de su orgullo, de su delicadeza, de todo, solo para demostrar que el hombre que amaba era un canalla. Tuvo éxito en sus intenciones, hasta el punto de que el coronel Stuart había visto desvanecerse sus esperanzas de casarse con la señorita Forrester. Por lo demás, no podemos saber si la señora Neville pensó que echar al traste sus más queridas esperanzas era una buena manera de recuperar su amor. La señorita Forrester rehusó las atenciones del coronel y, cuando él la presionó para conocer las razones de ese cambio, ella invocó con franqueza su conducta inmoral, su seducción de la señora Neville y la crueldad con la que la había abandonado. Él se enfureció violentamente con la señora Neville, y terminó por no estar menos furioso con la señorita Forrester. Dos semanas más tarde, cuando Mary se convirtió en una rica heredera, su ira se volvió contra sí mismo al pensar en la irremediable ruptura de su relación y, para salvar la cara, cambió la fecha de su altercado, haciendo creer a sus amigos que su herencia había sido la raíz de su desgracia. Estos fueron los hechos que Helen informó a lord Beaufort, quien, habiendo oído a las dos partes, tuvo la convicción inmediata de que aquella era la verdad de la historia. "



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