Bastardo (fragmento)Hakan Günday
Bastardo (fragmento)

"Se rieron de lo tonta que era su conversación. Los ocupantes del asiento trasero no mostraron el más mínimo interés por las voces que les llegaban, como si se encontrasen en un lugar diferente y en una distinta franja horaria. Se contentaban con observar a través del cristal aquellas vidas tan dispares que en sus mentes se asemejaban a la olvidada existencia y a la sucia y abigarrada cocina del desastrado cocinero de un palacio y que evocaban en ellos cosas que ya habían visto antes.
A Bárbaros se le dio por pensar que todas las ciudades del mundo detestan a todas esas personas que recuerdan a monstruos informes de ciencia ficción y se le vino a la mente que el gran maestro capaz de crear esos monstruos es Henri Giger.
Hakan era mentiroso, traicionero, estafador y colonizador y se acordó del ginebrino Henri Dunant quien, a pesar de enloquecer en sus últimos días, le había dado al mundo la Cruz Roja. En 1864 Henri Dunant, tras complotarse con el General suizo Guillaume-Henri Dufour en tiempos del dominio del Imperio Otomano para llevar a cabo el traslado de población judía y cristiana a Palestina y de apropiarse de cientos de miles de metros cuadrados en Argelia con el dinero de socios europeos con el objetivo de hacer realidad allí el mundo imaginario en el que él habitaba, fue el arquitecto de la Convención de Ginebra e incluso hoy en día desconocemos cómo consiguió convencer a dieciséis estados para que enviaran otros tantos desconocidos representantes y aportaran su grano de arena. En 1901 Dunant recibió de manos de este hombre de guerra el primer Premio Nobel de la Paz y falleció nueve años después en una clínica de desagradable aspecto cuyos muros estaban pintados con los colores del hambre y el olvido. Por un momento, Hakan se asemejó a este hombre. Tanto bueno como malo, hermoso y horrible. La única diferencia entre ellos es que él, al contrario que Dunant, no había llegado ni a ponerse en marcha. Aunque Hakan poseía un catálogo de sueños que no desmerecía del de Dunant nunca había hecho el más mínimo esfuerzo por llevarlos a la práctica y despreciaba a los que sí lo hacían. Por lo tanto, era al mismo tiempo peor y mejor que Henri Dunant, y también más hermoso y más horrible. Hakan se encontraba simplemente en una carretera que le llevaba a una ciudad llamada Estambul, en el interior de un Audi que era el fruto de una delicada relación y que no les pertenecía ni había sido adquirido con su dinero. Si el río Danubio dividía la capital húngara en Buda y Pest, el Bósforo separaba a Hakan del resto del mundo. Entre ellos se interponían los petroleros. Hakan, que no perdía de vista por el rabillo del ojo las luces de los barcos empapados por todas partes con la única excepción de la carga que llevaban y de su tripulación, se dio cuenta de que la ceniza ardiente del cigarrillo que sostenía entre los dedos índice y corazón se desprendía y una fina columna de humo flotaba ante sus ojos. "



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