Unamuno (fragmento)Arturo Barea
Unamuno (fragmento)

"Parecerá extraño conceder tanta importancia a una producción periodística tan intensa en cantidad que podría esperarse fuera efímera. Unamuno mismo ha calculado que entre 1890 y 1924 había escrito unos cuatro mil artículos, y después de 1924 su ritmo de producción no se hizo más lento. También parecerá extraño que el principal de una famosa y vieja universidad (Unamuno fue rector de Salamanca de 1901 a 1914 y, en un segundo período, de 1931 hasta su muerte en 1936) no haya cesado nunca en su faena de periodista, aunque en su caso esta abarcaba no solo ensayos breves, notas y reseñas de libros, sino, sobre todo, polémica, de una naturaleza implícita o explícitamente política. Estas aparentes rarezas exigen una explicación.
La más simple razón de su actividad periodística, y una razón muy poderosa, era de orden financiero. El salario de los profesores o catedráticos en España era tan escaso que las autoridades hacían la vista gorda cuando eran suplementados con otras fuentes de ingreso. Los poetas y demás escritores se hallaban en la misma situación. Mientras que el público lector de España continuara siendo lamentablemente pequeño, a causa de la extensión del analfabetismo, semianalfabetismo y bajo nivel de vida, muy pocos escritores se las podían arreglar para vivir exclusivamente de ganancias literarias. Unamuno no era el único catedrático y escritor de peso que se había dedicado tempranamente al periodismo sistemático. No porque el periodismo fuera una ocupación lucrativa; no podía serlo por esas mismas razones económicas y sociales. Pero al menos facilitaba publicidad y una tribuna. No existía aún el esnobismo intelectual hacia lo que se suele clasificar de «mero» periodismo. Y ni las condiciones materiales ni la atmósfera de tensión política que todo lo impregnaba admitían el encierro en la torre de marfil.
Unamuno despreciaba cualquier periodismo hueco o demagógico, pero pronto se dio cuenta del valor de las controversias públicas en la prensa y de la ventaja de ser «tópico» o «local» cuando quería que sus ideas se escucharan. Deliberadamente se expuso a los ataques, exagerando sus argumentos contra toda forma de abulia espiritual o de conformismo, de fanatismo estéril o de hipocresía farisaica. Esto significaba, por supuesto, que Unamuno lanzaba ataques en todas direcciones, repitiéndose a menudo, contradiciéndose, pero volviendo siempre a su posición central y estimulando siempre a los demás a seguir y desarrollar los temas que él había dado por terminados.
Tomemos un ejemplo entre cientos: la actitud de Unamuno ante el atraso rural y la civilización urbana en algunos de sus aspectos cambiantes. Es un buen ejemplo porque demuestra cómo vinculaba él un problema político o social con su busca de una fe, lo más importante para él. En «La vida es sueño», Unamuno había elogiado la muda sabiduría de los campesinos y había despotricado contra el progreso que los haría «articulados». Este artículo es de 1898, cuando los modernistas parecían triunfantes. En 1904, cuando los políticos, y en particular los conservadores, adulaban a las masas iletradas a las que debían su triunfo electoral, Unamuno declaró en un artículo («Glosas a la vida. Sobre la opinión pública») que esa supuesta democracia era, en efecto, el gobierno de los analfabetos —en aquel momento, un cuarenta y nueve por ciento de la población adulta—, a quienes llevaban a votar «aborregados». Llegó a pedir que se les quitara el derecho de votar, porque «este pueblo no tiene doctrinas ni sentido alguno propios en lo que se sale de su vida inmediata, y de pan ganar». En 1907, después de otra victoria gubernamental en las urnas, enunció aún más claramente lo que pensaba sobre la ignorancia rural como virtud cívica. "



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