El secreto (fragmento)Mercedes Fórmica
El secreto (fragmento)

"En realidad no era Jahy la que me impulsaba a marchar a Niteroi sino mi destino. Subí al barco. Viajaban muy pocas personas. Recordé el incidente de la mañana y me sentí inquieto. ¿Por qué razón, mi tío se empeñaba en perseguirme? Inesperadamente me arrepentí de aquel viaje. Fue un pensamiento tan claro, que ahora está en mí con la misma fuerza que si lo viviese. Sin embargo, no existía la más ligera posibilidad de regresar a Río. Había embarcado en el último vapor de la noche.
La casa de los Lorena era un viejo edificio de dos plantas de la época de las colonias con todo el encanto y toda la melancolía de las antiguas residencias de Niteroi. Durante la noche, se adivinaba la mole de su fachada, la tapia que rodeaba el jardín cubierta de enredaderas que exhalaban un aroma picante, a vegetal corrompido.
Introduje la llave en la cerradura. El crujido alertó una presencia invisible que huyó aplastando la grava del jardín. Coincidiendo con mi alerta, otra sombra se desprendió del muro y fue a perderse en lo más hondo de la calle. El movimiento simultáneo y veloz, duró escasamente un segundo. Asombrado, me dije que había sido objeto de una alucinación. Monté sin embargo la pistola. Había que tener cuidado. En Niteroi cualquier acechanza era posible. Escuché, pero mi aprensión dejó paso a una sonrisa. Era absurdo aquel temor. Aleluya y Eleonora dormirían en la gran habitación de los Lorena y aquellas sombras pertenecerían a alguna sirviente negra y a su enamorado.
Crucé el jardín. Mientras disponía la llave de la casa, descubrí unas flores caídas en la piedra de la entrada. Con gesto mecánico, recogí las flores, que apreté distraídamente entre mis dedos. Y sin explicarme la razón, aguardé instintivamente que algo sucediera.
Nada se produjo y comencé a subir las escaleras. Encendí la luz de la galería. Entre mis manos conservaba el pequeño ramillete y antes de arrojarlo al suelo, pude comprobar que habían trenzado con las flores una diminuta corona de muerto. El espectáculo, por intrascendente, contrajo mi corazón.
Los Lorena, una pareja de mediana edad, dormían en el ala izquierda del edificio. Mis hermanas ocupaban la derecha. El silencio más absoluto reinaba en el corredor y el aire, corrompido por el exceso de las plantas, resultaba enervante, pegajoso. Llegué a mi cuarto. Entre mis hermanas y yo, compartíamos dos habitaciones. La más amplia la ocupaban Eleonora y Aleluya. Una puerta de cristales separaba los dormitorios.
Deposité sobre la mesa el revólver de reglamento y me despojé del correaje. Llevado por la extraña aprensión que no me había abandonado un momento pasé a la habitación vecina. El espectáculo me tranquilizó por entero. Las dos muchachas dormían en el mismo lecho. Aleluya, al lado de la pared, Eleonora en el extremo opuesto, de cara a la ventana. Las contemplé un instante y regresé a mi cuarto completamente tranquilizado. "



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