Hombres (fragmento)Laurent Mauvignier
Hombres (fragmento)

"Cierra los ojos, parpadea. Se oye el ruido seco de los golpes. El muchacho sigue tieso. Contiene la respiración. Los golpes suenan cada vez más fuertes, en las mejillas, en los ojos, en la frente, arruga el entrecejo, le tiemblan los músculos de la mandíbula, contiene la respiración, indica por señas que no sabe, dice que no con un movimiento seco, nervioso, como un espasmo. Retrocede un paso. Abre las manos y levanta los brazos. Lo registran y no le encuentran nada bajo la ropa, sólo temblor en todo el cuerpo y sudor frío en la nuca que tiene rígida, y desde que han dejado de pegarle tiene los ojos muy abiertos, la respiración le agita el pecho, respira con fuerza, por la nariz y la boca entreabierta.
Fuera se oyen todavía las puertas que se fuerzan a patadas. Se oyen las tinajas que se tiran y se estrellan contra el suelo. Y niños, criaturas que lloran. Y perros que ladran. Luego un disparo. Se sobresaltan. Cabras. Un perro, han abatido un perro. Cachean al adolescente. Luego a los demás. Uno palpa la chilaba de la muchacha. La muchacha mira a su madre mientras sus cabellos brotan del pañuelo que le aparta el soldado, los cabellos se sueltan y caen sobre los hombros. La chica abre la boca como para manifestar su sorpresa. Aprieta los puños. El soldado se demora cacheándola, palpándole los senos largamente, y Mouret y Février miran sin decir nada. Luego Février se acerca a la muchacha, el otro soldado se aparta, Février toca la chilaba y se detiene cuando la muchacha lanza un leve grito, apenas audible, antes de refugiarse en el silencio, donde la ira se pone a buen recaudo: sabe y se repite que debe conservar la calma, sobre todo que no debe dar rienda suelta a la cólera, que no debe gritar, no hace falta que grite, que les insulte, hay que esperar, hay que callar.
Mouret mira a Février y le indica por señas que la deje en paz.
Février se da la vuelta y se acerca al muchacho.
¿No quieres decir nada?
¿No quieres hablar? Te obligaremos a hablar, ¿sabes que podemos obligarte, lo sabes?
Se acerca, titubea. Mira al muchacho a los ojos, escupe junto a él. Vuelve a mirar al chico como si quisiera decirle algo, o entenderlo, o sondear su silencio, su miedo, para sacarle algo, para leer en él confesiones, secretos; mira al anciano y a la mujer, pero no ve en ellos más que piel arrugada y agrietada y en el hombre una mirada tan muerta como su juventud.
Février siente entonces algo cercano al miedo y su mirada acaba por detenerse en la muchacha. Ésta sostiene con una mano la parte superior de la chilaba y con la otra procura sujetarse el pelo. No devuelve la mirada a Février ni a los otros. Obligan al chico a levantar las manos, con las palmas en la parte superior de la cabeza. El chico llora en silencio, las lágrimas le anegan los ojos y le resbalan por las mejillas. No hay rebelión ni ira en su expresión. El ciego está inmóvil como una estatua y la madre se ha limitado a apartar el rostro y a bajar los ojos ligeramente. El chico mira a los hombres con los ojos dilatados, ojos dilatados y brillantes como si reflejaran una alucinación. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com