El caso del mayordomo asesinado (fragmento)Marco Malvaldi
El caso del mayordomo asesinado (fragmento)

"En el fondo, es romañol. Gente tosca —sentenció, escupiendo al suelo la punta del cigarro apenas cortada con un mordisco— que sólo piensa en comer, trabajar y acumular sustancias.
No como yo, aullaba al mundo el caminar del señorito Lapo: lento y distanciado, con los pulgares en los bolsillos de los pantalones, la mirada en torno. Traje nuevo, botín inglés de paseo, la visión que Lapo tenía de la manera de comportarse con los demás seres humanos era sencilla y lineal: si es mujer y es hermosa, hay que tirársela; si es mujer, pero es fea, hay que tirarse a otra; si es hombre, hay que ir al burdel juntos. El resto de la vida —comer, charlar, montar a caballo y alguna ocasional partidita de caza— era un deber moral del auténtico hombre de mundo que se entretiene con todos, incluso con seres inferiores como la señorita Barbarici: una especie de intermedio que, si era agradable, hacía más leve la espera y, si desagradable, añadía un poco de picante y ganas al gran momento.
La señorita Barbarici no respondió. En el fondo, nadie se lo había pedido.
También la relación de la señorita con el mundo estaba bastante bien desunida: la señorita Barbarici tenía miedo. De todo.
De los temporales, por ejemplo. De los bandoleros, que entraban en las casas, robaban oro y manteles bordados y les hacían cosas horribles a las mujeres. De las abejas, que se meten por todas partes y, después de picarte, se quedan ahí, estúpidamente pegadas a su blanco, y te las tienes que quitar. De su padre, que gritaba siempre. De su madre, que recibía del padre y le daba a ella. De los hombres. De las mujeres. De la soledad. "



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