Estuve allá afuera (fragmento)Ronaldo Correia de Brito
Estuve allá afuera (fragmento)

"Sin valorar la fama alcanzada por Geraldo en las luchas estudiantiles y en el partido, Celia Regina prefería que él hubiera asistido regularmente al curso de ingeniería, conseguido un buen empleo, que ganara bastante dinero y ayudara a los hermanos menores, que se casara y le diera nietos. La lucha por la igualdad social y la transformación política del país le parecía un ideario vago, parloteo de quien poseía exceso de juventud y mucho humo en la cabeza. No distinguía los discursos de derecha e izquierda, pensando que al llegar al poder se cometerían los mismos errores de los dos lados, y que no se respetaba la libertad ni en China ni en Brasil, habiendo en ambos países intolerancia, represión, tortura y muerte. Existían personas buenas y más en cualquier tiempo, Jesucristo había señalado el camino para la salvación del hombre, bastaba con practicar los Evangelios, lo que ella misma reconocía no hacer correctamente. Pero no por eso aceptaba la Iglesia politizada y activa en causas sociales. A medida que Luis Eugenio se perdía en un mundo de culpas y remordimientos, ausentándose de la educación de los hijos y del papel de proveedor de la casa, Celia Regina se descubría capaz de pensar, exponer ideas fuertes y valientes, comprender las elecciones de los hijos sin dejar de amarlos, incluso sin estar de acuerdo con ellos. Las diferencias entre Cirilo y Geraldo, siempre visibles, se hacían claras. La madre temía que por algún mecanismo inconsciente ellos buscaran acentuarlas hasta el punto de confrontarse. El segundo hijo había aceptado la primogenitura impuesta por los padres, había asumido una carga de obligaciones financieras, y hasta la responsabilidad por la vida en peligro del hermano mayor. Para Luis Eugenio, aun cuando Cirilo alcanzara el más sublime éxito profesional, no lo compensaría por el extravío de su hijo pródigo.
Celia Regina notó cierta frialdad en los parientes y amigos, que la sublevaban al comienzo, pero dejaron de herirla con el paso del tiempo. Pocas personas del grupo familiar se interesaban por el destino de Geraldo, de los presos torturados y desaparecidos. Cuando se referían a la represión política y a la resistencia, decían que se trataba de una lucha fuera del mundo en que gravitaban, que sólo les interesaba a los que estaban comprometidos. El falso milagro económico permitía que cambiaran el auto y viajaran a Disney. Geraldo explicó en una carta a su madre que existía un Brasil campo de batalla y un Brasil burbuja de privilegios, en el que los de siempre continuaban usufructuando lo de siempre. Esos privilegiados temían cambios sociales, hacían la vista gorda a la represión y daban respaldo a la dictadura. En la ciudad cearense distante casi setecientos kilómetros de Recife, Celia Regina y Luis Eugenio se volvieron conocidos como los padres del comunista y eran mirados como se mira a los leprosos.
Las noticias sobre Geraldo llegaban misteriosas y vagas. Nadie en el mundillo del interior se relacionaba con él en Recife para no volverse sospechoso. Los parientes más osados mandaban recortes de periódicos clandestinos, pero no ocultaban la indiferencia por el destino del muchacho. Creían que un tiro disparado en medio de una manifestación daría fin a la angustia de la familia. En la serie de papeles reunidos por Luis Eugenio en el libro de tapa negra, semejante a un registro de decesos, era posible acompañar la trayectoria de Geraldo y saber qué tan intensos fueron sus días hasta el desenlace que el padre no llegó a inscribir, pues ya se encaminaba al territorio de la demencia, el sombrío mundo de Leteo, de donde nadie retorna con memoria. "



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