Artforum (fragmento)César Aira
Artforum (fragmento)

"En cuanto al otro argumento, i.e. que él no calibrara la magnitud de mi interés en la Artforum, eso ya era motivo de una escandalizada perplejidad. ¿Tan mal me conocía? ¡Si era mi confidente, el único al que no le ocultaba nada! O al menos eso creía yo. Porque una cosa es la intención sincera de decirlo todo, y otra la eficacia con la que uno se hace entender. Ahí la culpa podía ser mía. Por un prurito de elegancia yo podía haber dado la impresión de que mi interés en eso o lo otro, y en la Artforum también, se quedaban antes del umbral de la pasión, como si la pasión fuera algo vulgar, por debajo de nuestro nivel. ¿Tan bien lo había engañado? O mejor dicho, ¿tanto se había dejado engañar? Porque ese tipo de elegancia lo aprendí de él, y si lo hice mi confidente fue porque supe que su dandismo le impediría tomarme demasiado en serio… En fin, creo que la culpa era compartida, en espejo.
Una vez decidido que no había nada que hacer por el momento, y que yo iría el lunes a la Avenida de Mayo, le pregunté, más relajado, cómo se había enterado de que la biblioteca había pertenecido a Ruth Benzacar. Me dijo que por algunas dedicatorias. Destacada galerista (los dos la habíamos conocido, aunque superficialmente) Ruth había muerto, joven todavía, unos meses atrás. Debía de haber dejado una buena biblioteca de arte, que seguiría en manos de sus herederos. Por algún motivo, seguramente por falta de espacio, se habían sacado de encima revistas y catálogos. Las Artforum eran de los años ochenta.
Me hice el firme propósito de ir el lunes a la mañana. Pero el domingo me llamó Juan Pablo y quedamos en vernos en el Tortoni el lunes a las cuatro de la tarde, y como esta librería estaba a cien metros del Tortoni (y a media hora de viaje de mi casa) no valía la pena hacer dos viajes… ¿O sí valía? Hice el siguiente razonamiento. Durante la mañana y el mediodía podían venderse algunas, o muchas, Artforum. Pero yo no iba a enterarme. Con que encontrara una ya me daba por satisfecho, y ni siquiera tenía que culparme de nada porque las demás podían haberse vendido el viernes. Sea como fuera, viví esos dos días en un estado de deliciosa expectativa.
El lunes a las tres de la tarde entraba a la librería. Fui directamente a las Artforum, que estaban en la batea más cerca de la puerta. Había muchas: medio metro de revistas en posición vertical, que empecé a pasar una a una. «La tengo, no la tengo, la tengo, no la tengo…». Las que tenía las reconocía a primera vista por la tapa. Las fechas no me importaban. Para mí toda Artforum es nueva siempre. Perdí la cuenta de las que no tenía. Décadas de buscarlas con ahínco donde no estaban, de ser feliz con una sola, cuando la suerte la ponía a mi alcance, me habían preparado mal para esta abundancia. Tan mal que por un momento pensé en comprar dos, o tres, o como máximo cuatro. ¿Pero cómo elegirlas? Por el contenido, obviamente. Ahora bien, para eso estaba peor preparado todavía. Yo siempre había comprado la Artforum de sólo ver la tapa y asegurarme de que no la tenía en casa; jamás se me habría ocurrido ver si tenía material que me interesara más o menos. ¿Qué clase de material podía ser ése? Casi podía decir, y lo diría si no temiera ser malentendido, que el contenido me tenía sin cuidado.
Por suerte reaccioné a tiempo. Algo dijo dentro de mí «No quiero pasar el resto de mi vida arrepintiéndome». Me las llevaría todas. Por una vez, haría una locura, me saldría con la mía, me daría el gusto… ¿Pero de qué locura estaba hablando? Por el precio no había problema: estaban baratísimas. Por el espacio que ocuparían en casa tampoco (acabábamos de alquilar un departamento extra, arriba del que ocupábamos, para libros). Por el tiempo que me llevaría leerlas, menos, porque no tenía ninguna intención de ponerme a leerlas sistemáticamente. ¿Y entonces? ¿Por qué persistía esa sensación de «locura»?
Probablemente porque tenía algo de demencial, comprar tantas revistas juntas. Las revistas aparecen en forma periódica, y se van comprando de a una. De algún modo, accidentado y casual y anacrónico, yo lo había venido haciendo así con Artforum a lo largo de los años y las décadas. Se pueden comprar dos revistas juntas (o tres, o hasta cuatro) si uno se ha perdido un número anterior por algún motivo. ¿Pero quién compra muchos números juntos, digamos diez o más, de una revista? Un coleccionista. Y yo no tengo nada de coleccionista. También podía hacerlo un estudioso, un archivista, alguien empeñado en la recuperación del «tiempo perdido» del arte contemporáneo. Eso se asemejaba más a mí, pero el margen de ironía era demasiado ancho como para poder identificarme realmente. "



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