Félix y la fuente invisible (fragmento)Éric-Emmanuel Schmitt
Félix y la fuente invisible (fragmento)

"Cerré la puerta, me apoyé contra el batiente y me dejé caer al suelo con las piernas abiertas. Ojalá la tierra se abriese bajo mis pies y me tragase. Sabía que mi vida terminaría al día siguiente. Vendrían a buscar a mamá, la esposarían y la internarían. En la cárcel o en un manicomio. La perdería todavía más que en las últimas semanas… Para siempre… Debido a mis doce años, me colocarían en los servicios sociales con desconocidos, niños maltratados, hijos de borrachos y matones. Luego, como nadie querría adoptar a un negro, me pasearían de familia de acogida en familia de acogida, nadie se encariñaría conmigo, yo no me encariñaría con nadie. Sin la ayuda de Madame Simone y la entereza de mamá, haría novillos, me convertiría en un delincuente por holgazanería y, cuando llegase sin ningún título al mercado laboral, me propondrían cero trabajos o trabajos de mierda, que no me quedaría más remedio que aceptar si no estuviera ya atontado por culpa de las drogas o encerrado en un centro de menores. ¡Así es como da un vuelco una vida! Esta tarde, me habían desposeído de mi felicidad presente, de mi felicidad futura, me habían desposeído de mi madre.
Me dirigí a la ventana. Dada la vida que me esperaba, ¿para qué vivir? ¿No era mejor acabar con todo de golpe y saltar?
Miré al patio. Como siempre, el vacío me atraía; a diferencia de otras veces, este hechizo ya no me asustaba.
Subí al alféizar. Una ola de placer me inundó: había encontrado una solución. Unos segundos antes, experimentaba sufrimiento. A partir de ahora, lo dominaba. Tenía en mi mano el medio de destruirlo.
Me eché a reír. Era tan simple…
A mi espalda oí unos toquecitos en la puerta. Luego tres llamadas decididas. Después, el timbre.
Exasperado, me dieron ganas de gritar: «¿Es que no puede uno suicidarse en paz?».
Demasiado tarde. La curiosidad, la docilidad, el deber, toda clase de viejos reflejos me empujaban a responder. Bajé de la ventana. En el momento de arrastrarme hasta la puerta, la desesperación me aplastó los riñones y estuve a punto de derrumbarme. Pero me rehíce, agarré el pomo y lo giré.
En la penumbra se recortaba una alta silueta. "



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