Dónde está mi jersey islandés (fragmento)Stig Dagerman
Dónde está mi jersey islandés (fragmento)

"Así que tras la comida bajo a la bodega, donde Ulrik ha dejado la maleta y la caja con la corona. Hay varias coronas más en el suelo. La de Ulrik y la de Lydia. Lena también ha enviado lo suyo, una flor. Y no es por ser quisquilloso, pero vaya mierda de corona que han comprado Lydia y Nisse. No han tenido el detalle de comprar una cinta decorosa. Y la de Ulrik, qué vulgaridad de corona, pero hay diferencia entre poderlas comprar aquí o en la ciudad. Y Lena sólo ha enviado una flor, pero es preciosa y no se le puede reprochar la falta de recursos para comprar una corona cuando lleva casi medio año en el sanatorio. Nada hay de Tage, el hermano pequeño, pero seguro que trae la propia cuando llegue en el tren de la noche. Y madre, de ella sólo me acuerdo yo. En la caja traigo un ramillete de flores para ella y lo saco porque voy a ir al cementerio esta misma tarde. Abro la maleta y me meto una petaca de aguardiente en el bolsillo. No porque vaya a ver a Panadero, no, pero siempre puedo toparme con algún viejo conocido y en cualquier caso resulta grato tener algo con que invitar.
Cuando vuelvo están en la cocina como en misa mientras la pobre chica lava la vajilla, pero no hay quien le eche una mano. Conque agarro un paño y me pongo a repasar la vajilla. Pero entonces va Lydia y dice que me deje de coquetear. Tus historias son tan archiconocidas que no hay chica decente que quiera tener tu ayuda. Y decente quiere ser la moza, claro, así que se le suben los colores a la cara y me arrebata el paño de un tirón y me dice a voces que no, que gracias. Y allí quedo como un truhan. Conque vete tú a saber las pestes que han echado de mí mientras estaba en la bodega.
En todo caso cojo el ramillete para madre y digo que me voy a visitar su tumba. Pero entonces le entra la alarma a Lydia, se nota, porque rápido cae en la cuenta de que en tal caso Nils pueda llevarnos al cementerio, querido Knut. Y maldito el interés repentino que siente por la tumba de madre, pero lo único que quiere es impedir que yo vaya solo. Teme que pase lo de la última vez. No porque yo le importe, porque a ella le importo un comino, sino porque está pensando en las habladurías. Porque fueron muchos los dimes y diretes con ocasión de la última vez, por haberme emborrachado la noche anterior al entierro de madre. Pero tampoco es que Nils y Lydia me importen mucho a mí, además Nils está en el retrete y me da tiempo a salir y atajar por medio del campo antes de que salga y me lo encuentre.
Vaya hermanos que tengo. Apenas me creen capaz siquiera de acercarme a la tumba de madre. Y hay que joderse la indirecta que me suelta Ulrik. Rastrillo y regadera tienes a mano, en el cementerio, si es que vas a ir allí. ¡Si es que vas a ir allí! ¿Acaso cree que voy a tirar el ramillete al río? Ocho coronas me ha costado para que nadie pueda decirme que no he hecho lo que he podido por mis padres. Si todos hicieran lo mismo, mejor se evitarían las reprimendas.
Es un buen mes de octubre, hay que decirlo. En un sembrado cercano a la linde del bosque arden un montón de matojos de patatas. Y los Wiklund se han hecho con una cosechadora que está junto al cobertizo del establo. Si Ulrik fuese un poco emprendedor podría ir a medias con Wiklund en lo de la cosechadora para no tener que trabajar tanto. Eso es lo que le digo cada vez que vengo a casa, pero Ulrik quiere matarse a trabajar, así que no hay motivo para entrometerse. El camino está cubierto de hojarasca y empieza a oscurecer, hay que aligerar el paso para llegar al cementerio antes de que sea noche cerrada. En la ventana de su casa el cura está fumando en pipa, un cura que fuma en pipa. Qué cosa más rara. Qué bien se anda el camino, aunque el herrero parece tener dificultades. Va dando tumbos de un lado a otro y una, dos, tres y cae de cabeza en la cuneta. Difícil tiene lo de mantenerse sobrio, pero es un buen hombre y padre lo consideró uno de sus últimos amigos. Al chapista habría que decirle unas pocas palabras antes de regresar a la capital. Pase que bebieran juntos, pero eso de mandar a padre a casa en el estado que estaba, de eso tendría que hablar con el chapista. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com