La luna roja (fragmento)Luis Leante
La luna roja (fragmento)

"René negó con un gesto y desapareció. Sentía la necesidad de desahogarse con alguien, pero su madre no era la persona adecuada. Estuvo esperando hasta muy tarde la llegada de Wilhelm; esa noche no apareció. También su padre estaba raro desde hacía un tiempo. Se encerró en su cuarto y empezó a garabatear unas frases sin sentido en su libreta. Quería escribir en su diario lo que le había ocurrido, pero no sabía por dónde empezar. A pesar de las molestias, comprendió que allí había material para un cuento. Le dolía todo el cuerpo, tenía levantada la piel de la pantorrilla y los codos ensangrentados. Pero el dolor más insoportable era la vergüenza que sentía al acordarse de todo lo que había sucedido. Estaba dispuesto a terminar con aquellos juegos estúpidos que ya sólo divertían a sus compañeros del liceo. Abrir coches con un destornillador, robar motocicletas, entrar en las casas y hacer destrozos había dejado de ser una experiencia excitante hacía mucho.
El Alman Lisesi, al que asistía René, pasó de ser un lugar de diversión a convertirse en una cárcel. La dureza del Gymnasium obligó a muchos de sus compañeros a quedarse en el camino. El chico buscaba cualquier excusa para dejar a un lado los estudios. Mentía en sus calificaciones, y el único que mostraba interés por él era Wilhelm. Además, el abandono en el que se iba dejando caer Patricia afectaba a los resultados de René en el liceo.
Hasta los siete años estudió en el colegio alemán Ernst Reuter, como la mayoría de los hijos de diplomáticos, pero cuando Hugo Kuhnheim desapareció de sus vidas Patricia quiso romper todos los vínculos con el pasado. René cambió de amigos y de colegio. Sus nuevos compañeros del Alman Lisesi eran hijos de funcionarios extranjeros o de empresarios. De pronto se vio inmerso en un complejo mundo de afinidades en el que no resultaba sencillo sobrevivir. Con el tiempo, algunos fueron quedando en el camino; otros iban y venían según el capricho de cada nuevo curso. A los quince años era un chico inadaptado que se esforzaba por no parecerlo. Empezó a faltar a clase y a competir en todo con sus compañeros. Cada uno tenía su propia forma de reafirmarse ante los demás. Aprendió a abrir coches con un destornillador; después, a conducir motocicletas, y por último a robarlas. Sus compañeros admiraban la sangre fría de René y envidiaban su aplomo ante las situaciones de peligro. A veces entraban en alguna casa, forzando la puerta, y hacían destrozos para simular un robo. Asaltaban, incluso, las casas de sus compañeros de colegio. Con frecuencia aprovechaban las calles solitarias y la complicidad de la noche para forzar las cerraduras de los vehículos y llevarse todo lo que encontraban. Competían para ver quién aguantaba mejor la tensión y quién era el último en salir huyendo. Les resultaba fácil. El aspecto de adolescentes extranjeros de barrios ricos les ayudaba a no despertar sospechas. René pasaba cada vez menos tiempo en casa. Buscaba cualquier excusa para volver tarde o para pasar la noche fuera. Empezó a falsificar las calificaciones del liceo. Había llegado a encontrar placer en arrancar una motocicleta y buscar una salida apresuradamente para desaparecer a toda velocidad. Al forzar la cerradura de un coche, sentía las venas de sus sienes bombeando sangre al cerebro y su corazón a punto de estallar. Temblaba y, sin embargo, tenía la necesidad de seguir hasta que alguien daba la voz de alarma y escapaba corriendo. Pero una tarde de 1975 decidió terminar con todo aquello, aunque no sabía cómo hacerlo. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com