Miguel de Unamuno (fragmento)Julián Marías
Miguel de Unamuno (fragmento)

"Se trata, efectivamente, de caer a un abismo, al fondo de sí propio, a la ignorada muerte; de caer, de que acontezca algo, no de que no pase nada;
Unamuno muestra la muerte como una realidad, como algo que se hace o, al menos, que se hace en uno. El hombre muere; no simplemente deja de vivir.
Esta muerte escinde la novela, como la vida de sus personajes, en dos partes; ahora, en el hogar de Ramiro viudo, Tula lo es todo, es la madre espiritual de los hijos, que siente como suyos, más que suyos, porque no son de la carne, y Gertrudis tiene una constante obsesión de pureza. Ramiro, pasado el tiempo, siente con más fuerza que nunca la atracción de Tula, siempre viva para él, aunque soterrada por el auténtico amor cotidiano a Rosa; y este amor de su cuñado, en última instancia correspondido, hostiga a Gertrudis, que lo rehúye por desagrado de suceder a su hermana, a pesar del encargo de ésta al morir, por temor a que sus hijos propios le perturbaran el cariño que siente por los que sólo lo son espirituales y por esa exacerbada necesidad de absoluta pureza, que la domina
aun a pesar suyo. «Casándome con Ramiro. . ., entonces sí que sería madrastra —dice Gertrudis—. Y más si llegaba a darme hijos de mi carne y de mi sangre...» Y agrega Unamuno: «Y esto de los hijos de la carne hacía palpitar de sagrado terror el tuétano de los huesos del alma de Gertrudis, que era toda
maternidad, pero maternidad de espíritu.» En el fondo vuelve a plantearse un problema de personalidad. Tula se angustia, más que por lo que vaya a hacer, por lo que va a ser (con mucha frecuencia se olvida que algunas de nuestras acciones nos hacen ser otros, y por eso nos sentimos sobrecogidos de terror ante ellas).
Está enamorada de Ramiro, pero ha querido ser la tía Tula, virginal siempre, madre espiritual de los hijos de Rosa y de Ramiro, y aun de ellos mismos, fundamento de su hogar, clave de una convivencia que ella ha creado y a la que se consagra. ¿Qué va a ser de las dos cosas? No se trata, repito, de un conflicto trivial entre apetencias opuestas o entre deseos y deberes o presuntos deberes, sino de un problema de personalidad que afecta a su ser mismo. Por esto dice Unamuno: «Y era lo cierto que en el alma cerrada de Gertrudis se estaba desencadenando una brava galerna. "



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