Bernardo Quesnay (fragmento)André Maurois
Bernardo Quesnay (fragmento)

"En junio de 1920, pidió Francisca a su marido —con suave insistencia— que le alquilase un hotelito en Deauville.
Su hermana, la señora de Thianges, iba a pasar allí el verano, y apenas si la había visto después de la guerra. Además, el aire del mar les sentaría bien a los niños y también ella necesitaba un cambio de aires.
Antonio se defendió durante mucho tiempo. Sólo podría ir a Deauville los domingos; le horrorizaba esa vida mundana; nunca había transportado un Quesnay su casa lejos de la sombra sagrada de las chimeneas; a su abuelo Aquiles le parecería monstruoso ese proyecto. Pero el temor más serio de Antonio era el de que Francisca pudiera aborrecer — al hallarse en un mundo diferente —la vida de Pont-del’Eure.
— ¿Por qué vamos a marcharnos? —repetía desolado—.
Los niños están muy bien en el campo; tienen unas caras estupendas.
—Pues pongamos, si te parece bien: porque se me apetece ese cambio... ¿No te basta con eso?
Como era débil, acabó por ceder; pero tan tarde y con tan escasa habilidad, que su mujer no pudo ni hacerse siquiera la ilusión de que había querido complacerla. El viejo Quesnay se encogió de hombros; ya había optado por considerar el caso de Francisca como irremediable. Marchó ésta a principios de
julio.
La fábrica había adoptado, desde la huelga, el régimen de semana inglesa y Antonio prometió estar en Deauville todos los sábados a las cinco de la tarde, pero tenía un auto nuevo en el que había introducido tantos perfeccionamientos que no marchaba en absoluto. El primer sábado, llegó a las siete cubierto de barro. La lluvia, tenaz e intensa, caía sobre los manzanos rodeados de vallas blancas, sobre los geranios rosas. "



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