Terciopelo RojoNikky Finney
Terciopelo Rojo

"El lunes en los juzgados, el rocío
sudando en la hierba, caminas por la acera
en un vestido negro con mangas largas, tu cuello blanco
y puños perfectos alzándote,
almidonados en el aire de Alabama. Un esbelto sombrero
de terciopelo negro, un abrigo gris, guantes blancos. Sujetas tu
bolso cerca: todo lo valioso se guarda cerca
de la barriga, igual que habías visto hacer a tu propia madre.
Estás prístina. Puntillosa. Excepcional.
Una costurera. Toda tú recogida y
en tu sitio. Una chica en la multitud, enseñada
a no gritar, gritos, “¡Oh! ¡Se ve tan dulce! ¡Oh!
Esta vez se han metido con la persona equivocada.”

No puedes seguir metiéndote con una preciosa
mujer negra que sabe manejarse con el terciopelo.
Una mujer que puede coger el algodón y la gabardina,
la sirsaca y la seda, tapices circulares y lana
cocida colgando para las cortinas de la casa,
milimétricamente. A una mujer hecha de todo esto no se
la debe subestimar nunca, nunca se le debe pedir que se mueva
a la parte de atrás de nada, jamás se la debe arrestar.

Una mujer que cree que es digna de todas
las cosas posibles. Piedad. Gracia. Bondad. Tanto si
lo crees o no, no ha venido a la Tierra para tocar
Ring Around Your Rosie en tu circo
ambulante de transporte público.

Una mujer que entiende la forma de la simplicidad,
que viste un brazalete circular de alfileres ahí,
en la pequeña curva de su muñeca, una mujer
sagaz y en su sitio que tiene la ayuda de todas las cosas, afilada cual aguja,
plateada, dedicada, eléctrica, puede atraer las telas y a otros
hacia ella, por las pequeñas aberturas que ella y otros
antes han hecho.

Pueden meterse
con una mujer atada, demasiadas veces ya.

Con alfileres balanceándose en las esquinas
de su labios levemente abiertos, esperando a marcar
la puntada, sus dedos hilvanando,
girando en la riostra rojo sangre,
a través de sus dientes apretados levemente
te dirá, sin mirar nunca
hacia ti,

Usted haga lo que tenga que hacer,
Yo haré lo mismo. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com