Terciopelo Rojo "El lunes en los juzgados, el rocío sudando en la hierba, caminas por la acera en un vestido negro con mangas largas, tu cuello blanco y puños perfectos alzándote, almidonados en el aire de Alabama. Un esbelto sombrero de terciopelo negro, un abrigo gris, guantes blancos. Sujetas tu bolso cerca: todo lo valioso se guarda cerca de la barriga, igual que habías visto hacer a tu propia madre. Estás prístina. Puntillosa. Excepcional. Una costurera. Toda tú recogida y en tu sitio. Una chica en la multitud, enseñada a no gritar, gritos, “¡Oh! ¡Se ve tan dulce! ¡Oh! Esta vez se han metido con la persona equivocada.” No puedes seguir metiéndote con una preciosa mujer negra que sabe manejarse con el terciopelo. Una mujer que puede coger el algodón y la gabardina, la sirsaca y la seda, tapices circulares y lana cocida colgando para las cortinas de la casa, milimétricamente. A una mujer hecha de todo esto no se la debe subestimar nunca, nunca se le debe pedir que se mueva a la parte de atrás de nada, jamás se la debe arrestar. Una mujer que cree que es digna de todas las cosas posibles. Piedad. Gracia. Bondad. Tanto si lo crees o no, no ha venido a la Tierra para tocar Ring Around Your Rosie en tu circo ambulante de transporte público. Una mujer que entiende la forma de la simplicidad, que viste un brazalete circular de alfileres ahí, en la pequeña curva de su muñeca, una mujer sagaz y en su sitio que tiene la ayuda de todas las cosas, afilada cual aguja, plateada, dedicada, eléctrica, puede atraer las telas y a otros hacia ella, por las pequeñas aberturas que ella y otros antes han hecho. Pueden meterse con una mujer atada, demasiadas veces ya. Con alfileres balanceándose en las esquinas de su labios levemente abiertos, esperando a marcar la puntada, sus dedos hilvanando, girando en la riostra rojo sangre, a través de sus dientes apretados levemente te dirá, sin mirar nunca hacia ti, Usted haga lo que tenga que hacer, Yo haré lo mismo. " epdlp.com |