Seres queridos (fragmento)Zoya Boguslavskaya
Seres queridos (fragmento)

"Luego, sin mirar a su alrededor, corre hacia la salida con sus andares de deportista como si una hora antes no estuviese muerto de cansancio.
Liubka regresa a la habitación, cabizbaja.
Nadie le habla, ella está enfadada consigo mismo, avergonzada. Si se aplaza la operación hasta la semana siguiente, ¿cómo se despedirá de Volodia y de «Las Chispas»? Liubka se desliza bajo la manta y piensa en la conversación que ha mantenido con Zavalniuk. «Ah, que se vaya al diablo. A partir de mañana empezaré una nueva vida. ¡Dieta, respeto absoluto de todas las órdenes! Sin falta. A partir de mañana. Pero hoy voy a hacer lo que se me antoje». Liubka mira su reloj. ¡Perfecto! Todavía tiene tiempo de llegar a Moscú. Le embarga la excitación del riesgo, el placer anticipado del encuentro con Volodia y parece como si recobrara las fuerzas.
Liubka se sienta en la cama, se traga el suflé que le ha dejado Tamara, la sémola y la jalea, y saca el espejo. «¿De dónde habrá sacado lo de la figura de cera?», piensa mentalmente replicando a Zavalniuk. Ahora mismo lo arreglará.
Después de maquillarse un poco, Liubka se pone las medias, la falda y el jersey debajo de la manta para que nadie la vea. Por encima se coloca la bata del hospital. Debe darse prisa porque ya están bajando las últimas visitas. Las enfermeras están ayudando a fregar los platos, hay que pasar desapercibida y bajar al parque antes de que le cierren la puerta en las narices como la última vez.
[...]
Tampoco encontró a Katerina… Hay días en que es imposible encontrar a la gente en su casa. Mitin tenía su llave, entró, vio en la mesita de noche fotografías de ambos tomadas en el campo —ahora no podía recordar dónde—, montañas de fotografías y una taza de café sin acabar.
Katia ya no contaba con la llegada de Mitin.
¡Qué sencillo sería todo si pudiese compaginar a Liubka y a Katia! Para poder estar en casa juntos, aunque fuese por poco tiempo. ¿Pero cuál sería el resultado? Entonces empezaría un infierno, su división entre las dos y la falta de libertad. ¿Cómo aislarse con Katia si Liubka estaba en casa? ¿O proponer a Katia estar en la habitación cuando tenía que hablar con Liubka, mirar un programa que le interesase por la televisión? Era imposible imaginarlo, al igual que no se puede dividir el aire o detener la corriente de agua. Liubka evitaba llamar por teléfono a Katia, y ésta sentía una curiosidad por su hija que le quitaba a Mitin las ganas de que se relacionasen. Ellas circulaban por líneas paralelas sin coincidir nunca.
Mitin se puso a arreglar la casa, se hizo una tortilla con salchicha y cortó pepino. Una vez hubo terminado de beber el café que había dejado Katia, marcó el número de Shiriáyev. "



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