La nieve a la deriva (fragmento)August Derleth
La nieve a la deriva (fragmento)

"Los pasos de tía Mary se detuvieron en seco antes de llegar a la mesa y Clodetta se volvió para ver qué retenía a la anciana. Estaba quieta, rígida, con los ojos clavados en la cristalera que quedaba justo enfrente de la puerta por la que había entrado. Ante ella, bien derecho, el bastón que sujetaba. Clodetta lanzó una mirada fugaz al otro extremo de la mesa, hacia su marido. Él también miraba a la anciana; su rostro no dejaba entrever emoción alguna. Clodetta se volvió de nuevo y vio que ahora era ella quien centraba el interés de la anciana, que la contemplaba en silencio, impávida. Clodetta se sintió incómoda.
[...]
Tía Mary les dio las buenas noches desde el umbral. Tenía un aspecto imponente, con el bastón en una mano y los impertinentes cerrados en la otra. Se desvaneció en la penumbra del pasillo, donde, al alejarse, el ruido de sus pasos se mezcló con el de los de la criada, que rara vez se separaba de la anciana. Casi siempre estaban solas en casa, y la plácida somnolencia de sus vidas tranquilas sólo se veía mitigada por las breves temporadas en las que la anciana recibía la visita de su sobrino Ernest, «el chico del querido John», o de Henry, de cuyo padre la anciana no hablaba jamás. Sam, que solía dormir en el garaje, no contaba. Clodetta miró a su marido con inquietud, pero fue Henry quien dijo lo que todos pensaban.
[...]
Yo también me he confundido a menudo, querida. En ocasiones he salido de buena mañana a buscar huellas; y no había ninguna, nunca. Estamos en mitad de una tormenta de nieve, y a pesar del teléfono y de la radio seguimos bastante lejos de la civilización. Nuestro vecino más cercano vive a más de tres millas de aquí, a los pies de la cuesta larga y empinada, y nos separa un trecho arbolado. La carretera más cercana queda a la misma distancia. "



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