Un tambor diferente (fragmento)William Melvin Kelley
Un tambor diferente (fragmento)

"Acabar, lo que se dice acabar, ya había acabado. Pero casi todos los que mataban el tiempo en el porche del colmado de Thomason, de pie, sentados en el suelo, o repantingados, lo habían visto empezar, el jueves en la granja de Tucker Caliban. Eso sí, con la excepción del señor Harper, ninguno supo entonces que estaba presenciando el inicio de algo. Vieron a la gente de color de Sutton, todo el viernes y la mayor parte del sábado: cargados de maletas, o con las manos vacías, mientras esperaban, en ese mismo porche, la llegada del autobús que salía cada hora y los llevaría Eastern Ridge arriba, pasado Harmon’s Draw, hasta dejarlos en la estación de tren de Nueva Marsella. Se habían enterado por la radio y los periódicos de que no era solo en Sutton, sino que la gente de color de todas las ciudades, pueblos y cruces del estado habían echado mano de cualquier medio de transporte al alcance, aunque solo fueran sus dos patitas, para llegarse a las lindes del estado, y pasar a Mississippi, o Alabama, o Tennessee, donde algunos (eso sí, no la mayoría) daban por concluido el viaje y empezaban a buscar trabajo y un sitio en el que guarecerse. Los hombres blancos que lo miraban todo desde el porche sabían que la mayor parte de ellos no se conformarían con quedarse 16
allí, en las lindes, que seguirían hasta encontrar la más mínima oportunidad de vivir en cualquier sitio, o de morir como Dios manda, porque habían visto fotografías de la estación, abarrotada de gente de color, y se habían cruzado con ellos en la carretera que unía Nueva Marsella y Willson City, habían visto la hilera de coches, atestados de gente de color, con los bártulos encima. Eso les convenció de que nadie se tomaría semejante molestia si fuera a mudarse a apenas un centenar de kilómetros. Y todos habían leído la declaración que hizo el gobernador del estado: «No hay motivo alguno para la preocupación. No nos hicieron falta nunca, no los quisimos nunca aquí, y nos apañaremos sin ellos. Aunque nos hemos quedado sin un tercio de la población, saldremos adelante. Quedan todavía montones de hombres buenos».
Todos querían creerlo. No sabían lo que era vivir en un mundo sin caras de color y no podían estar seguros de nada, pero esperaban eso, salir adelante, convencerse de que, acabar, había acabado todo, aunque sintieran que, lo que era para ellos, estaba apenas empezando. "



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