El arpa de Davita (fragmento)Chaim Potok
El arpa de Davita (fragmento)

"Más tarde, mientras estábamos sentados alrededor de la mesa, cerca del fin de la cena, el Sr. Dinn se recostó en su silla, aclaró su voz y procedió a dar un pequeño sermón. Con los pulgares en los bolsillos de su chaleco, comenzó a describir con su voz sonora cómo Dios fue al Monte Sinaí miles de años atrás para darle la Torá al pueblo judío. La montaña estaba cubierta de humo, dijo. Había truenos y desde las nubes destellaban rayos. La Torá se escribió con fuego en unas tablas y luego esas tablas quedaron envueltas por el fuego. El rostro de Moisés se iluminó mientras las sostenía. «Sólo Moisés podía tocar ese fuego sagrado» —dijo el Sr. Dinn—. Y ese fuego sagrado no se podía alterar. El Santuario en el desierto también tenía un fuego especial y sólo en ese fuego se permitía a alguien ofrecer un pájaro o un animal como sacrificio a Dios. La sedra de mañana nos cuenta que los hijos de Aarón, el sumo sacerdote, trajeron su propio fuego al Santuario y por eso los mataron. Nunca se debe de llevar un fuego extraño al centro del Santuario donde se halla el fuego sagrado de Dios. De esto podemos aprender que debemos preservar con cuidado el fuego sagrado de nuestra Torá, sus leyes, sus palabras, y no permitir nunca que se mezcle con los fuegos externos.
Mientras hablaba, noté que David y el Sr. Helfman y su esposa me miraban de reojo cada tanto, como para medir mi reacción a estas palabras. Pero yo no podía entender mucho de lo que el Sr. Dinn decía. Luego el Sr. Dinn y el Sr. Helfman conversaron durante un rato sobre las misteriosas muertes de los hijos de Aarón. David se unió a la conversación. Ruthie y la Sra. Helfman estaban sentadas escuchando. Todos comenzaron a cantar zemirots. En ellos había frases que reconocí. Había frases que podía reconocer. El Sr. Dinn pareció sorprendido de que yo me uniera a ellos en el canto. Permanecí sentada en silencio durante las muchas canciones que no sabía, escuchando, tratando de memorizar los versos que se repetían. A veces, sólo cantaba la melodía sin las palabras. Nueve meses antes, en una sofocante noche de viernes, había escuchado a David y a su padre cantar con alegría estas canciones en el porche de su casa en Sea Gate; ahora yo cantaba con ellos. No tenía idea de lo que querían decir las palabras; simplemente disfrutaba de la música, de la cadencia y del ritmo de las melodías, por momentos lentas, por momentos rápidas, por momentos melancólicas y por momentos alegres.
En una pausa en el canto, el Sr. Dinn se inclinó hacia adelante, colocó sus largos brazos sobre la mesa y dijo: —Bueno, veo que disfrutas cantando, Ilana. Sabes que hay una historia interesante que se cuenta de nuestro rey David y su arpa. —Otra vez adoptó ese tono serio y sonoro—. El rey David era un gran músico. Cuando dormía, su arpa colgaba de la pared sobre su cama. En Jerusalén los vientos son fuertes. Cada noche, el viento soplaba a través de las cuerdas del arpa y esta comenzaba a sonar. El rey David se despertaba y escuchaba durante un rato su música, luego pasaba el resto de la noche estudiando la Torá para ser un hombre fuerte y sabio. Una historia interesante. —Me sonrió de modo distante y cortés—. Sigamos cantando. "



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