El cuarto de Jacob (fragmento)Virginia Woolf
El cuarto de Jacob (fragmento)

"No debe ser pensado, sin embargo, que estas reemplazaron las flores naturales. Rosas, lirios y claveles, particularmente, miraban sobre los bordes de los jarrones y examinaban las vidas brillantes y las rápidas ruinas de sus pares artificiales. Mr. Stuart Ormond hizo esta misma observación; y fue encontrada encantadora; y por la fuerza de este argumento Kitty Craster se casó con él seis meses más tarde. Pero las flores verdaderas no pueden nunca desecharse. Si se pudiera, la vida humana sería un asunto completamente diferente. Porque las flores se marchitan; los crisantemos son los peores; perfectos por la noche; amarillentos y usados la mañana próxima… ineptos para ser vistos. En conjunto, aunque el precio es un pecado, los claveles valen lo que se paga… resta una cuestión, sin embargo, si es sabio atarlos con alambre. Algunas tiendas así lo aconsejan. Es ciertamente la única manera de fijarlos al danzar; pero en cuanto a si son necesarios en cenas de gala, a no ser que los salones sean muy calurosos, es discutible. La vieja Mrs. Temple recomendaba una hoja de hiedra, apenas una, en el jarrón. Decía que mantenía el agua pura por días y días. Pero hay cierta razón para pensar que la vieja Mrs. Temple se equivocaba.
Las pequeñas tarjetas, sin embargo, con los nombres grabados en ellas, son un problema más serio que las flores. Más piernas de caballos se han desgastado, más vidas de cocheros, más horas apacibles de la tarde han sido prodigadas en vano que servido a ganar la batalla de Waterloo, y para colmo pagar por ello. Estos pequeños demonios son la fuente de tantos aplazamientos, calamidades y ansiedades como la batalla misma. A veces Mrs. Bonham acaba de salir; a veces recibe. Pero, aun si las tarjetas fueran reemplazadas, lo que parece inverosímil, hay fuerzas ingobernables que atizan las tormentas, desordenando diligentes mañanas, y desarraigando la estabilidad de la tarde… nombremos las modistas y las confiterías. Seis yardas de seda cubrirán un cuerpo; pero ¿tiene uno que idear seiscientas formas para esto, y dos veces esa cantidad de colores?… en medio de todo lo cual está la cuestión urgente del pudín con penachos de crema verde y almenas de pasta de almendras. Todavía no ha llegado.
Las horas, flamencos rosados, aleteaban suavemente a través del cielo. Pero a intervalos regulares sumergían sus alas en el negro más completo; Notting Hill, por ejemplo, o los alrededores de Clerkenwell. No hay de qué asombrarse si el italiano seguía siendo un arte oculto, y el piano toca siempre la misma sonata. Para comprar un par de medias de elástico para Mrs. Page, viuda, sesenta y tres años, recibiendo una ayuda para indigentes de cinco chelines, y la ayuda de su hijo único empleado en la tintorería de Messrs Mackie, sufriendo en invierno de su pecho, cartas deben ser escritas, columnas llenadas con la misma escritura redonda, simple, que escribió en el diario de Mr. Letts que el tiempo estaba bien, los niños hechos unos demonios, y Jacob Flanders ajeno al mundo. Clara Durrant procuró las medias, tocó la sonata, llenó los jarrones, trajo el pudín, dejó las tarjetas, y cuando la gran invención de las flores de papel nadando en los aguamaniles fue descubierta, fue una de las que más se asombraba de sus breves vidas. "



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