Hombres de América (fragmento)José Enrique Rodó
Hombres de América (fragmento)

"Cruzan la sala las mujeres de Marivaux. Por allá pasa Sylvia, por allá Araminta, por allá Angélica y Hortensia. Los rostros, que semejan de estampas, y que parecen pedir, sobre las mejillas consteladas de lunares, la firma de Boucher, llevan, ellos también, esa nota de amaneramiento querido que surge en todas partes en el siglo de la artificialidad. El baile luego. Una orquesta de Italia deslíe en el aire la música de un repertorio voluptuoso. Los tacones de púrpura dibujan sobre la alfombra florida la Z del minué, o se abandonan a la fugacidad de la gavota, o hacen la rueda en la pavana. Oro, rosa, celeste, sobre los paniers de las danzantes y en los trajes de sus caballeros. Todo el ambiente es una caricia y todo lo que pasa parece salir de la aljaba de la voluptuosidad. Tal amplifica mi fantasía, dócil a toda poética sugestión, el fondo hechizado del cuadro en que la magia del poeta hace revivir a esa marquesa Eulalia que, colocada entre un abate madrigalista y un vizconde galante, reparte risas y desvíos con una malignidad encantadora. Un paje audaz, de los que pirateaban con la patente de corso de los reyes en los mares mundanos de la Regencia y de Luis XV, sabe el secreto que hará desvanecerse la risa de Eulalia, y la esperará, a la media noche, en una glorieta del jardín, que duerme envuelta en sombras azules. Pero, entretanto, Eulalia ríe incansablemente; y mientras la graciosa Eco mezcla en la copa del aire las desgranadas perlas de su reír con las notas perdidas que endulzan las onda» mansas del viento, la fiesta, en torno, continúa: las Horas danzan festivas, como en la pintura matinal de Guido Reni. "


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