El retorno de un Rey (fragmento)William Dalrymple
El retorno de un Rey (fragmento)

"El hombre que más posibilidades tenía de tomar las riendas del gobierno tras la marcha de Macnaghten era Alexander Burnes. Durante meses, el enviado le había ido dejando cada vez más de lado, por lo que dedicaba su tiempo a estudiar a sus autores favoritos. «Esta es, sin duda, una de las etapas más ociosas de mi vida», escribió a su familia en el mes de agosto. «No hago nada por mi país, excepto dar consejos, y mi único deber es cobrar 3500 rupias al mes. [...] (Mientras tanto), estudiar a Tácito es tan agradable como redactar informes». Cuando se enteró del nuevo nombramiento del enviado, Burnes
afirmó que «tenía grandes esperanzas» de suceder a Macnaghten; no obstante, ahora que tenía al alcance de la mano el premio que tanto había deseado, comenzó a sopesar si en realidad lo quería. «Tengo la impresión de que, cada hora que transcurre, pierdo más y más interés por el poder y por el puesto», le decía a su hermano James en su última carta. «Me pregunto si, después de todo, estaré a la altura para asumir el control supremo de Afganistán. A veces pienso que no, pero es verdad que nunca he fracasado cuando he podido ejercer mi autoridad con plena libertad. [...] Espero que se despeje pronto la incógnita, puesto que la incertidumbre es muy dolorosa. Uno de los rasgos de mi carácter es la absoluta seriedad con la que asumo todos mis compromisos; de hecho, si contraigo una obligación, nunca pierdo el interés». 
En verdad, muchos de los talentos de Burnes habían sido en gran medida desaprovechados durante la ocupación. Conocía Afganistán mejor que cualquier otro oficial o viajero británico, con la única excepción de Masson, que amaba y comprendía el país a partes iguales, y cuyo instinto político era tan incisivo como su criterio, por lo general, impecable. Su talón de Aquiles era la ambición, que le había llevado a involucrarse en una invasión del todo innecesaria y en una ocupación mal gestionada, ambas dirigidas por un tirano ignorante que ni escuchaba ni respetaba sus ideas. Como su rival Vitkevitch, Burnes era un joven valiente y capaz, un intruso que, a fuerza de trabajo, terminó desempeñando un papel clave en la mayor lucha geopolítica de su época; pero ambos, cada uno a su manera, acabaron descubriendo que habían sido meros peones en un escenario imperial mucho más amplio. "



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