Las libres del Sur (fragmento)María Rosa Lojo
Las libres del Sur (fragmento)

"El coche de Victoria Ocampo, pero sin Victoria, abandonaba lentamente el puerto, cortando capas de vapor que subían del asfalto, turbias y espesas, como una prolongación del río. Carmen Brey se recostó contra el respaldo del asiento trasero. A su lado, Angélica Ocampo, silenciosa, miraba las dársenas, el cruce de los que se iban y los que volvían de despedir a los que se ya se habían ido, con tristeza o con disimulado alivio, pero siempre, acaso, con la secreta nostalgia de ser uno el que parte y se libera —como si iniciara otra vida— de las repeticiones cotidianas y la identidad inmutable frente al mismo espejo.
Hacía casi tanto calor —pensó Carmen— como cuando despidieron a Tagore, cuatro años atrás. Recordaba haber vuelto al coche mareada y agobiada por la resolana, o tal vez porque era otro, y no ella, quien retornaba a casa. Ahora, por momentos, casi se inclinaba a compadecer a Victoria, que no había dejado de llorar durante todo el trayecto hacia el puerto, y durante los adioses en cubierta. ¿Quizá porque no pudo dedicarle a Julián, que no estaba entre los parientes, uno de aquellos adioses? Fani, que se marchaba con ella, la consolaba con reprimendas. “Pues no sé qué necesidad tenía usted de encapricharse con este diantre de paseo, si tanto le duele salir. Por mí, nos quedábamos en esta tierra por toda la eternidad. Con el hambre que hemos pasado en España... No sé qué van a darnos en Uropa que no tengamos aquí al alcance de la mano.” Pero ni la señora Ocampo, ni Fani, ni José, que las acompañaba, iban a sufrir en Europa necesidad alguna. Manuel Ocampo le había regalado a su primogénita diez mil pesos para el viaje, que equivalían a cien mil francos: suma con la que era posible adquirir todas las comodidades de un mundo viejo y en liquidación.
¿Qué temores, qué penas podían inquietar, entonces, una travesía despreocupada y fastuosa? Carmen Brey se volvió hacia Angélica, que a veces le parecía una réplica de su hermana mayor, pero levemente desvaída y esfumada, sin aristas irregulares, como una canción que se asordina en la distancia, y pierde con ello parte de su intensidad seductora. "



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