La hija única (fragmento)Guadalupe Nettel
La hija única (fragmento)

"Durante todo el tiempo en que Alina estuvo en el hospital no pude retomar el hilo de mi tesis. Leer poesía era lo único que lograba, si no distraerme, al menos consolarme del desasosiego que sentí toda esa semana. Recuerdo que daba vueltas encerrada en el departamento, y luego salía a dar vueltas en la misma cuadra. De ellos tenía pocas noticias. A veces algún mensaje para explicarme someramente lo que estaba sucediendo. Aurelio me había dicho que la niña iba a vivir. ¿Debía alegrarme o entristecerme por ello? ¿Cuál sería el estado exacto de aquella criatura? Y Alina, siempre tan parca, tan sobria a la hora de expresar sus sentimientos, ¿podía estar realmente «bien», como me aseguraba? Me sugirieron que no fuera al hospital pues la mayoría del tiempo lo pasaban en el cunero y ahí las visitas estaban prohibidas, excepto para los padres. El viernes por la noche Alina me escribió: «Ya en casa. Inés está con nosotros.»
El sábado desperté temprano. Fui al mercado; compré frutas y verduras para ellos, jamón, queso, leche, agua de coco y un pan de centeno. Al volver al departamento, me di una ducha y me puse una ropa limpia y alegre. Busqué entre mis películas la colección completa de Miyazaki que Aurelio me había pedido hacía tiempo. Acomodé todo en una canasta y salí hacia la colonia Condesa.
Al llegar, encontré el cuarto de Inés en penumbra. Alina estaba sentada en un sofá que yo no conocía y la tenía pegada a su pecho. También Léa estaba ahí. Ninguna de las dos decía una palabra. Todo parecía extrañamente en orden y en un tiempo suspendido. Era imposible imaginar qué pasaba por la cabeza de mi amiga. Por más que lo intentara, nunca podría descifrar lo que estaba sintiendo. "



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