Cristóbal Rojas (fragmento)Albert Junyent
Cristóbal Rojas (fragmento)

"La llegada de Michelena a París significó para Cristóbal Rojas un considerable beneficio moral y material. Los dos compañeros decidieron vivir juntos a fin de sacarles buen partido a las módicas pensiones que percibían, de forma que pudieran trabajar con libertad en un estudio de pocas pretensiones pero acomodado a sus necesidades. Por otra parte, las depresivas nostalgias que aún atormentaban a Cristóbal de cuando en vez, iban a disiparse al calor de aquella fraternal convivencia.
Aunque Michelena era casi cinco años más joven que su amigo, estaba en posesión de un mayor sentido práctico frente a las dificultades de la vida ordinaria. Todo cuanto Rojas tenía de contemplativo, reconcentrado y taciturno, en el pintor de Valencia era jovialidad, locuacidad y espíritu emprendedor. Entre personas vulgares, tales diferencias de carácter hubieran podido suscitar fácilmente fricciones y discordias. Entre los dos venezolanos las cualidades del uno servían muchas veces para compensar lo que al otro le faltaba, de forma que la disparidad de temperamentos cimentaba una amistosa armonía.
La vivienda-taller de los dos jóvenes pintores ocupaba los altos de una casita de planta baja y dos pisos que entonces llevaba el número 23 de la calle Delambre, en el barrio de Montparnasse. Aunque hoy Montparnasse sea un barrio célebre a causa de los millares de artistas de todos los países que empezaron a elegirlo como residencia a comienzos del siglo actual y terminaron por crear allí uno de los focos mundiales del arte moderno, hace ochenta años aún no pasaba de ser, en su parte sureste, un simple suburbio de París con muchas calles a medio hacer, terrenos baldíos invadidos de maleza y deficientes comunicaciones con el resto de la capital.
En trescientos o cuatrocientos metros a la redonda de la calle Delambre la mayoría de los vecinos se conocían familiarmente, como en los poblados de provincia. Cuando hablaban de los artistas venezolanos que habían ido a instalarse entre ellos, solían llamarlos “los dos americanos”. Bastó muy poco tiempo para que la pareja de “americanos” fuese admitida y querida en la comunidad suburbial. "



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