Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo (fragmento)Elif Shafak
Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo (fragmento)

"Zaynab nació a miles de kilómetros de Estambul, en una aldea remota de las montañas del norte del Líbano. Durante generaciones los miembros de las familias suníes de la zona se habían casado entre sí y el enanismo era tan común en la localidad que solía atraer a visitantes curiosos: periodistas, científicos y otros profesionales similares. Los hermanos y las hermanas de Zaynab eran de estatura normal y se casaron, uno tras otro, cuando llegó el momento. Ella era la única que había heredado el trastorno de sus padres, ambos personas pequeñas.
La vida de Zaynab cambió el día que un fotógrafo de Estambul llamó a la puerta de su casa y pidió permiso para fotografiarla. El joven estaba viajando por la región con el propósito de documentar la vida de seres desconocidos de Oriente Próximo. Buscaba con avidez a alguien como ella. «Nada supera a las enanas —dijo con una sonrisa tímida—, pero las enanas árabes representan un doble misterio para los occidentales. Y quiero que mi exposición se vea en toda Europa.»
Zaynab no esperaba que su padre accediera, pero lo hizo..., a condición de que no se mencionara el apellido de la familia ni dónde vivían. Zaynab posó para el fotógrafo día tras día. El hombre era un artista de gran talento, pese a su incapacidad para comprender el corazón humano. No reparó en el rubor que encendía las mejillas de la modelo cada vez que él entraba en la sala. Después de tomar unas cien fotografías se marchó satisfecho proclamando que el rostro de la muchacha sería el plato fuerte de la exposición.
Ese mismo año Zaynab, debido al deterioro de su salud, viajó con una hermana mayor a Beirut, donde se quedó una temporada. En la capital, a la sombra del monte Sanin, entre visitas al hospital en días consecutivos, una maestra adivina que se encariñó con ella le enseñó el antiguo arte de la taseomancia, la adivinación basada en la lectura de las hojas de té, de las heces del vino o de los posos de café. Por primera vez en su vida Zaynab se dio cuenta de que podía sacar provecho de su físico poco común. Al parecer a la gente le fascinaba la idea de que una enana les predijera el futuro, como si tuviera un conocimiento especial de lo sobrenatural por obra de su estatura. En las calles se mofaban y compadecían de ella, pero en la intimidad del gabinete de adivinación la admiraban y reverenciaban, lo que le gustaba y le hizo mejorar en el oficio.
Empezó a ganar dinero gracias a su nueva profesión. No mucho, pero sí el suficiente para abrigar esperanzas. Sin embargo, la esperanza es una peligrosa sustancia química capaz de desencadenar una reacción en cadena en el alma humana. Cansada de las miradas indiscretas, y sin perspectivas de contraer matrimonio o encontrar un empleo, hacía mucho tiempo que cargaba con su cuerpo como si fuera una maldición. En cuanto ahorró lo suficiente, se permitió fantasear con dejarlo todo atrás. Se trasladaría a un lugar donde reinventarse. ¿Acaso no encerraban el mismo mensaje todos los relatos que le habían contado desde la infancia? Una persona podía atravesar desiertos, escalar montañas, surcar océanos y derrotar a gigantes si tenía una pizca de esperanza. Los héroes de esos cuentos eran, sin excepción, varones, y ninguno tenía su baja estatura, pero daba igual. Si ellos se habían atrevido, ella también se atrevería.
Después de regresar a casa, pasó semanas hablando con sus ancianos padres con la esperanza de convencerlos para que le permitieran marcharse del país, buscar su propio camino. Habiendo sido una hija obediente toda su vida, por nada del mundo hubiera viajado al extranjero, ni a ningún otro sitio, sin la bendición de ambos, y si se la hubieran negado se habría quedado. Sus hermanos y hermanas se opusieron con todas sus fuerzas a su sueño, que consideraron un verdadero disparate. Pero Zaynab se mantuvo firme. "



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